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Reportaje:CONSAGRADOS Y NOVATOS

"Una idea puede revolucionar el mundo"

Los investigadores Torres y Roselló, del CNIC, afirman que España ya no es el pariente pobre de la ciencia, aunque sigue a la cola de Europa

Juan Jesús Aznárez

El desarrollo científico de España depende de hombres como Miguel Torres y de Alberto Roselló en el futuro, investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), impensable apenas hace 15 años, cuando aún regía la desafortunada invocación del escritor y filósofo Miguel de Unamuno (1864-1936) "que inventen ellos".

El centro es moderno, luminoso y bien equipado. Torres, de 43 años, director del Departamento de Biología del Desarrollo Cardiovascular, y Roselló, de 25 años, brillante meritorio, pertenecen a dos generaciones convencidas de que la inversión en conocimiento es imprescindible y muy rentable. "Hubo un cambio de mentalidad en España: ya no somos los parientes pobres de la ciencia y la tendencia es hacia el primer nivel. Hay que ir a por todas", subraya Torres, que se instaló en Alemania desde el año 1992 a 1996 porque España no contaba con un solo lugar donde pudiera desarrollar el tipo de investigación que le gustaba.

España se alejó del subdesarrollo científico, pero todavía sigue muy a la zaga de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Suiza o Austria. La inversión pública fluctúa en torno al 1% del PIB, mientras que las naciones punteras dedican, como poco, cerca del 2%. Irlanda, hace un decenio por detrás de España, aceleró a fondo y hoy destina el 2,6%. Pese al retraso, nunca hubo el empujón de ahora. "Este centro (financiado por las 16 empresas más importantes de España) es el primer gran ejemplo de una aportación privada desinteresada, con una inversión como para hacer ciencia en los próximos 10 años", destaca Torres. "Han arrancado proyectos muy exitosos, en Barcelona y Madrid, y se ha demostrado que a la ciencia española sólo le faltaba inversión: la capacidad y la preparación estaba ahí. En unos cinco o 10 años podemos converger con Europa".

La toma de conciencia de la sociedad española sobre la importancia de la investigación tarda en llegar: los políticos y los empresarios, concretamente, son bastante paletos en ese sentido. "Acabo de empezar y no puedo comparar con épocas anteriores, pero creo que la sociedad española aún no está como las europeas en cuanto a la ciencia", agrega Roselló, que deja de mirar a través de un microscopio para sumarse al diálogo con Torres. "La gente no entiende bien todavía la importancia de las iniciativas investigadoras y hasta cree que nos dedicamos a jugar y cosas así". Nada más lejos de la realidad. El equipo de Miguel Torres trabaja duramente: trata de entender el desarrollo del embrión, básicamente cómo se organizan las células, cómo generan información y cómo la interpretan. Resolver esas ecuaciones sería esencial.

La entrada de Alberto Roselló en el mundo de la investigación no es casual: sus padres son científicos. "Siempre quise hacer ciencia. Me daba igual, entre comillas, cómo estuviera la profesión". La profesión ha adquirido una relevancia sin precedente porque, aunque España no es una potencia científica, quiere ocupar el lugar que le corresponde. "A mucha gente, cuando se habla de la biomedicina y las posibles curas de enfermedad, le pueden parecer palabras vacías, que les estás vendiendo una moto", agrega Roselló. "Creo que hay que hablar de hechos para convencer: todos los países que han apostado fuerte por la investigación han multiplicado su producto interior bruto. Quizás hablar de esos datos sirva. Hay una rentabilidad clara. Y hay que invertir a largo plazo porque no puede esperarse que la ciencia dé resultados inmediatamente".

El camino hacia ese convencimiento es arduo. Torres, sin embargo, lo tiene claro: "A veces hay inversiones pequeñas que, si funcionan, generan un valor añadido, basado en el conocimiento, impresionante. ¿Qué es lo que costó inventar la red? Pues unos cuantos universitarios sentados en una mesa y dándole al coco. ¿Y cuál es el valor añadido que ha generado eso? Incalculable. Una idea puede revolucionar el mundo". Roselló, lógicamente, se interesa por el futuro profesional de los jóvenes. "Miguel, ¿cómo ves el regreso a España después de una estancia posdoctoral en el extranjero?" El jefe de Biología del Desarrollo Cardiovascular subraya que nunca lo ha visto tan favorable como ahora, y no conoce a nadie con un currículo medianamente bueno sin lugar para volver y quedarse. "Lo que está en vías de extinción son las plazas permanentes", según precisa, "pero mi previsión es que en los próximos 10 años, la ciencia española no va a hacer otra cosa que crecer y va a seguir habiendo oportunidades para que los buenos investigadores puedan establecerse en España".

Alberto Roselló

Premio Extraordinario de Licenciatura en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, premio de la Academia General Militar de Zaragoza al mejor expediente académico y Primer Premio Nacional de Bioquímica del curso académico 2004-2005. Trabaja como investigador predoctoral en el Departamento de Biología del Desarrollo del CNIC. Su trabajo se centra en el análisis genético del desarrollo de la extremidad de vertebrados. Antes de incorporarse al CNIC fue becario en el Instituto de Nanociencia de Aragón, en la Universidad de Zaragoza, en el Centro Nacional de Biotecnología, y personal investigador de apoyo en éste.

Miguel Torres

Licenciado en Biología por la Universidad Complutense de Madrid en 1986, se doctoró en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad Autónoma de Madrid en 1991. Su tesis doctoral, en el laboratorio de L. Sánchez (CIB-CSIC, Madrid), se centró en el estudio genético del desarrollo temprano de la mosca del vinagre. Durante su estancia posdoctoral en el laboratorio de P. Gruss (Instituto Max Planck de Química Biofísica, Göttingen, Alemania), contribuyó significativamente a elucidar las múltiples funciones de unos genes del desarrollo, mediante el estudio de mutaciones dirigidas en ratón.

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