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Reportaje:Atletismo | Campeonatos del Mundo

"Hay que luchar por los sueños"

Mayte Martínez recuerda cómo el amor y la familia evitaron que tirara la toalla en los malos momentos

Carlos Arribas

"Eran las seis de la mañana cuando volví al hotel y a las ocho me llamaron de una radio", relata, al día siguiente de su bronce en los 800 metros, Mayte Martínez, que no ha dormido más de dos horas. Se supone, pues, que sólo ha tenido tiempo para celebrar, no para reflexionar. Pero no. Mayte es una paradoja andante o algo parecido. Lo dice Juan Carlos Granado, su entrenador, su marido, el hombre que hace casi diez años, recién salido de la Facultad, le dijo: "Eres muy buena". Se enamoró de ella, se hizo su preparador y la convenció para que, en su momento más bajo, cuando un endocrinólogo le dijo que quizás debería dejar el atletismo, no tirara la toalla.

"Es que es muy buena", repetía ayer Granado, casi afónico, los ojos brillantes; "es muy buena, muy fuerte y, a la vez, muy débil, muy frágil. Sufre muchos problemas, lesiones, enfermedades... Y es muy ambiciosa y, a la vez, tiene poca autoconfianza". Es una mujer complicada.

"Quizá mi carrera hubiera sido distinta sin mis problemas físicos, pero me han hecho más dura"

En 1998, antes de los Europeos en pista cubierta de Valencia, Granado le repitió que era muy buena, que seguro que bajaba de los dos minutos. "Y fue a los Nacionales: eran cuatro para tres plazas y se quedó fuera. Y el estrés poscompetición fue tan fuerte que le generó una reacción hipertiroidea: se acelera el metabolismo, se consume mucha energía, todo el día de acá para allá con las pulsaciones en reposo a 80. Bestial", dice advirtiendo que a ella no le gusta que se cuenten sus problemas, no vaya a pensar la gente que quiere darse importancia por superarlos cuando todos los atletas seguro que han tenido los suyos; "estuvo a punto de tirar la toalla, pero resistió. Desde entonces, está con pastillas, pero lo controla muy bien".

Y, desde entonces, Mayte, que entró en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 en la selección española para no volver a salir, empezó a hacerse notar. Por su coraje y su carácter competitivo, que le ha llevado a logros más importantes que los que sus marcas podían dar a entender -bronce en los Mundiales de pista cubierta de 2003, plata en los Europeos de 2002, plata en los Europeos indoor de 2005, tres finales de Mundiales al aire libre-, y también por su nerviosismo, sus dudas, su no parar quieta. "En caliente, ya puedo decir que la medalla lo compensa todo, pero varias veces he pensado en tirar la toalla. He pasado momentos muy duros, pero los he dejado atrás gracias al apoyo de Juan Carlos y la familia", explica Mayte.

Y todo, sin salir de Valladolid, de su casa en el Pinar de Antequera, donde también rueda para coger fondo junto a Sergio Gallardo, finalista de los 1.500 metros, otro pupilo de Granado, de las pistas de Renedo, tan descuidadas, donde se entrena.

"A veces, pienso, sí, que mi carrera habría sido distinta si no hubiera tenido tantos problemas físicos. Pero también sé que gracias a ellos me he hecho más dura y sé valorar más los buenos momentos. Además, ¿de qué me sirve pensar en condicional? Si esto, si aquello...". Y los problemas la han convertido en una peleona, adjetivo que obliga a sacar a colación a su vecina de Palencia, a Marta Domínguez. "Es mi amiga", dice Mayte; "una amiga con la que he compartido grandes experiencias y un espejo en el que mirarme. Una grandísima competidora. Me ha venido muy bien ser su coetánea. Sería tremendo volver las dos juntas el año que viene de los Juegos de Pekín con medallas".

La medalla de Osaka, su primera mundial al aire libre, el bronce en una de las finales más difíciles de la historia del 800 femenino -la carrera que pasará a la historia por ser la primera en la que la mozambiqueña María Mutola se retiró al ver que no podía ganar-, Mayte se la llevó curiosamente el año en el que no estuvo compartiendo habitación ni campeonatos con Marta, que se quedó en Palencia, lo que, dado la importancia que están empezando a cobrar las interpretaciones psicológicas, freudianas, del rendimiento, seguro que significa algo. "Cuando se tiene un sueño, hay que luchar por hacerlo realidad", comenta Mayte, una tauro de 31 años. "Me considero una atleta de buen nivel que sabe ganar a otras que tienen mejor marca. Y muy paciente. El creer en el trabajo de mi entrenador y el que la gente que entiende me dijera que no tirase la toalla me ha hecho olvidar los malos momentos, ha alimentado mi paciencia".

Mayte Martínez, con una bandera española por capa.
Mayte Martínez, con una bandera española por capa.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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