La última foto del verano
Lo que a mí me gusta de esta fotografía, la última de la serie de este verano, es comprobar qué es lo que lleva y lo que no lleva la chica delgada, de cuerpo bonito, sin cabeza, que se cruza con el niño. No lleva bolso, ni riñonera, ni se le adivina lugar donde pueda llevar dinero. Y sin embargo lleva periódicos. Sólo periódicos.
Es verano, la chica usa falda corta y camiseta, zapatillas sin calcetines, nada más. No sé si en la mano izquierda se le adivina un cigarrillo. En todo caso, lleva periódicos. Y, por lo que se ve, periódicos que ya han sido hojeados. Porque cuando los acabas de comprar (sobre todo en domingo) parecen recién planchados y los transportas hasta el lugar de lectura con cierta solemnidad. Eso se le notaría a la chica. No están arrugados, ni doblados. Estos periódicos han sido pues bien leídos. Y sin embargo, la chica aún no los tira. Se los lleva, quién sabe si para una segunda lectura.
Comprar el periódico es un acto que hace gente muy extraña. Las tías buenas no se asocian a llevar periódicos, a no ser que paseen por La Rambla
Alguien podría decir que en realidad la chica necesita papel de periódico para pintar una habitación o para poner debajo de la bolsa de basura, para evitar que manche el cubo; en fin, uno de esos usos alternativos de los periódicos (aunque, actualmente, lo de usar papel de periódico para envolver el bocadillo o para poner en el suelo después de haber fregado ha perdido toda su vigencia). Pero yo sostengo que no. Que si esta guapa chica necesitase el papel de periódico para pintar no lo llevaría de este modo, del modo en que se lleva el periódico que se ha leído.
Sé que eso no es lo más relevante de la foto. Lo más relevante es el niño, claro. Al ser la foto en blanco y negro, cualquiera podría decir que está tomada en Cuba, país que nunca se fotografía en color, no sé por qué. En los suplementos dominicales, suelen endilgarte, cada dos o tres meses, el reportaje de Cuba en blanco y negro. La única vez que he visto Cuba en color es en la segunda parte de El Padrino. Pero no es Cuba, sino Barcelona. No sabemos si Joan Guerrero esperó a fotografiar al niño cuando precisamente pasaba una chica con periódicos. En todo caso, yo sostengo que lo más raro de la foto es eso. Ya saben ustedes que comprar el periódico es un acto que hace gente muy extraña. Las tías buenas no se asocian a llevar periódicos, a no ser que paseen por La Rambla. Si es así, llevar periódicos es un buen sistema para evitar confusiones. Es casi la única manera de que a una chica no le pregunten cuánto cobra.
Ustedes mismos, si están leyendo este periódico será, seguramente, porque lo han comprado. Conozco pocos bares en los que tengan EL PAÍS para la clientela. Eso significa que cuando un usuario de EL PAÍS entra en el bar todos los buitres le preguntan si es de la casa. Gastar un euro en el periódico, por Dios, está muy mal visto.
Yo nunca lo presto, aunque sea violento. Me gusta que se vea que debajo de este periódico tengo dos más, porque me gusta que me pregunten si son de la casa. Me siento superior habiendo comprado los periódicos. Si sólo tuviera un euro elegiría periódico y me quedaría sin café. Me gusta ser la primera en desplegarlo en la mesa de mi bar. Echarle un primer vistazo, empezar por la crítica de televisión de Tomàs Delclós, ver lo qué dice Ramon Besa del nuevo Barça, leer la crónica de Agustí Fancelli, comprobar cómo siguen las cartas al director entre Fernando Savater y sus contrarios, recortar las cosas interesantes o indignantes. Ver esta foto de Joan Guerrero me hace comprender que se acaba agosto y que vuelven los articulistas de siempre, nosotros también.
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