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FÓRMULAS QUE MUEVEN EL MUNDO
Columna
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No diga la bemol

Javier Sampedro

Ha querido el azar que Alexandra Athos y sus colegas de la Universidad de California en San Francisco publiquen hoy mismo (PNAS, edición electrónica) su descubrimiento de la nota maldita -la bemol, les avanzo-, así que volvemos por un minuto al caso Salinas, quién sabe si con la esperanza de cerrarlo.

El oído absoluto es la rara habilidad de identificar una nota en el vacío, sin que otra nota sirva como referencia. Tú tienes oído absoluto para los colores, porque sabes que algo es lila sin necesidad de cotejarlo con la escala Pantone. Pero incluso la gente con buen oído sólo sabe que una nota es sol porque está una quinta por encima de do: pueden reconocer intervalos, distancias entre notas, pero no la identidad de las notas. Excepto los raros privilegiados que tienen oído absoluto.

La gran infrecuencia de este rasgo ha puesto muy difícil la obtención de datos sobre él, pero Athos ha conseguido 981 sujetos de una tacada con una simple encuesta a través de la web del departamento de genética. Por cierto que la mayoría de la gente respondió de buena fe: el 77% de quienes dijeron tener oído absoluto demostraron tenerlo en las pruebas subsiguientes.

El primer resultado es que el oído absoluto sigue una distribución en la población meridianamente bimodal. No hay gente con "un poco de oído absoluto", sino dos clases de personas: los que identifican las notas casi siempre, y los que no lo hacen casi nunca. Y en el experimento de Athos ambos tipos de sujetos tenían seis o más años de educación musical.

Las distribuciones bimodales son típicas de los rasgos que dependen de muy pocos genes. Cuando un rasgo depende de 10 o 20 genes, como la presión arterial, su distribución en la población es un continuo. Un solo gen con dos variantes, sin embargo, divide a la gente en dos grupos. Éste es el caso del oído absoluto, según interpretan los científicos de San Francisco.

Pero el segundo resultado es tal vez el más chocante: la nota maldita es la bemol. Los 981 voluntarios con oído absoluto exhibieron una espectacular coincidencia fallando la mitad de las veces al tratar de identificar esa nota. Hubo en siglos pasados, en efecto, una nota conocida como el diablo de la música, pero su definición no era absoluta, sino relativa: la quinta disminuida, hoy más conocida como blue note. Pero tomarla de esta forma con la insípida e insustancial la bemol no se ve muy bien a qué pueda venir. ¿Alguna idea?

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