Memoria de 'Los Silenciosos'
Una antigua novela del orensano Julio López Cid, amigo de Valente, abre la colección de narrativa de Duen de Box
Al escritor orensano Julio López Cid, residente en Ferney-Voltaire desde 1971, no le gusta decir "generacional". Pero su novela El río, que aparecerá en otoño en la nueva colección de narrativa de la editorial Duen De Bux, es el único retrato del fin de la adolescencia de Los Silenciosos, el grupo -así bautizado por los locutores del Régimen- nucleado alrededor del joven José Ángel Valente (1929-2000) en el Ourense de finales de los 40.
El autor matiza las huellas de Antón Risco, Virxilio, José Eduardo Valenzuela, Valente o él mismo: "Yo hablo de las cosas de mi tiempo en un ensayo de novela sin personajes. En un capítulo aparecen Los Silenciosos, pero el único personaje es en realidad el Miño a su paso por Ourense, como irrepetible sueño de una ciudad reflejado en irrepetibles aguas".
"El antagonismo entre gallego y castellano todavía no ha sido superado", dice el autor
López Cid, de 82 años, apenas habla de su obra ni de la oscura ratonera vacía poetizada por Valente como lugar de nacimiento. "Trataré de estar en Ourense para la presentación, pero a mi edad las preocupaciones son otras", lamenta. El río, escrita en los años 60, había permanecido inédita hasta ahora, pese a la buena acogida del manuscrito en manos de Carlos Casares. Sí publicó los premiados El Umbral y el relato ¡Pobre Celso!, en una antología catalana de 1975, además de las breves evocaciones de la infancia de Puente Sobreira (La Gaya Ciencia, 1987) y Última Cena (Autófagas, 2002). Este último relato, variación de ¡Pobre Celso!, incluye un prólogo al que se remite cuando se le pregunta por la escasa visibilidad de su obra.
"¡Allá ellos!", escribe. En las mismas líneas, el escritor extiende la fórmula -"¡Allá ellos todos!"- a otras cuestiones transversales. "No entiendo el antagonismo entre gallego y castellano; menos aún que el presidente de Galicia sea alguien de los que preconizaba 'todo separatismo es un crimen que no perdonaremos". Los diálogos de Última cena, la historia real del carbonero Demetrio dos Cás, están escritos en gallego. Para el autor, el antagonismo "no ha sido superado".
El tono se relaja al hablar de la sombra tutelar de Valente, a cuyo Fragmento XXXI se acoge (Sólo quedaron sobre las ruinas del dios, sagrados, los profanadores). Fue el poeta de El fulgor quien hizo llegar a Rosa Regàs, entonces directora de La Gaya Ciencia, el original de Puente Sobreira. Como íntimo depositario de su memoria afectiva, López Cid es discreto. Rechaza hablar de las riñas públicas del poeta respecto, por ejemplo, del rumbo de la Transición, con menciones a Celaya o, entre los vivos, Andrés Trapiello (Qué pena Andrés / que no llegaste nunca / del uno al tres).
Menos todavía del final de su amistad con la filósofa María Zambrano, a quien dedicó una terrible necrológica en 1991. Amigo de ambos en Ginebra, López Cid reconoce que los últimos años de Valente, a partir de la muerte de su hijo, "fueron en el orden afectivo una auténtica tragedia, merecedora del mayor respeto y, sobre todo, del silencio". Los homenajes urbanos del Ayuntamiento orensano al poeta muerto, que quiso ser enterrado en el cementerio de San Francisco, todavía se discuten. Alongarme somentes foi un xeito de ficar para sempre, como figura inscrito en el Parque das Mercedes desde 2002, no era un verso de orensano transterrado, sino un poema a la madre.
La colección de narrativa contemporánea que inaugurará en octubre Duen De Bux, la editorial orensana que dirige Alfonso Prada, creada en 2001, se ampliará después con la reedición de una novela de José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte, y Lecturas para desocupados, de Pepe Monjardín. A autopsia da novela, primera obra de Juan Tallón, es hasta ahora el único título gallego registrado. "Nos centramos en la literatura", dice Pérez Álvarez, Chesi, director literario de DDB, que se resiste a emplear criterios filológicos para valorar la recepción en Galicia de autores patrios en castellano, desde Daniel Sueiro a Germán Sierra.
"Los que escribimos en castellano no es que estemos apartados porque nos echen", ironiza. "Son otro tipo de problemas. Gallego también es Julián Ríos".
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