Una democracia agresiva
Las relaciones internacionales deberían ser un fiel reflejo de las formas democráticas que rigen en cualquier Estado moderno: respeto a la soberanía, ser aliados de confianza y confiables, recurso a la negociación en conflictos con otros países y el reconocimiento de las instituciones internacionales como potenciales mediadores.
¿Encaja la política exterior del Gobierno ruso en estas premisas? Evidentemente, no. Sus anacrónicas actuaciones, como sobrevolar las fronteras de aliados para medir su capacidad de respuesta militar, responderen más a las formas de una autocracia con ánimos colonialistas del siglo XIX que a la de una democracia moderna. Sería bueno que el Estado ruso utilizase los ingentes recursos que recibe por la venta de sus recursos naturales en modernizar su economía y en mejorar la vida de sus ciudadanos y dejase de gastarlos en costosos y estériles programas armamentísticos.