_
_
_
_
Reportaje:

Vida y muerte bajo el azote de las bandas

El mundo se ha hundido sobre la familia Jones desde la muerte, por disparo de bala, del benjamín de la casa, Rhys, hace casi una semana. En la habitación del pequeño de 11 años han quedado sin desempaquetar el uniforme escolar con el que hubiera empezado la secundaria en 10 días, las nuevas zapatillas deportivas y las fotos de los jugadores de su club de Liverpool, el Everton. Y en el lugar donde el niño perdió la vida, a pocos metros de su hogar, en Croxteth Park, van amontonándose hileras de flores y cartas de los amigos y vecinos del barrio.

"Estoy muy triste. Rezo por ti", le escribe Leah Kelly, de nueve años. "Me puse a llorar en cuanto me enteré, y no me importa decirlo. Siempre me defendiste y eras mi mejor amigo", confiesa Mike Dickson, de 11.

Los habitantes de Croxteth Park, el barrio de Liverpool en el que fue asesinado a tiros el niño de 11 años Rhys Jones, se sienten acorralados por la criminalidad que les llega de las zonas vecinas
Más información
Liberados seis menores detenidos por el asesinato del niño de 11 años en Liverpool
Tiroteo en Londres

También los jóvenes se acercan con ramos al cordón policial montado a corta distancia del aparcamiento del pub Fir Tree, en Croxteth Park, un barrio residencial del norte de Liverpool. Allí cayó el pequeño con un mortal tiro en la nuca. El asesino se dio a la fuga, en su bicicleta negra, tras haber errado probablemente en su objetivo. Disparó tres veces apuntando, de acuerdo con algunos testigos, hacia unos adolescentes que estaban apoyados en un BMW. No tenían muchos más años que la víctima, tal vez 13 o 15, según sospecha la policía.

Patricia Gallan, subdirectora del cuerpo policial de la región, evita, de momento, confirmar si se han recuperado los tres casquillos de bala y la investigación aún sigue abierta respecto a los motivos del tiroteo. Pero de la inocencia del pequeño nadie duda. "Rhys es una víctima totalmente inocente", reitera Gallan.

Los días pasan y la policía sigue presionando, con promesas de confidencialidad y férrea protección, para que la comunidad aporte pistas que conduzcan al culpable de la muerte del pequeño.

Por miedo a represalias, los jóvenes de la zona se resisten a colaborar con la investigación y hasta ocultan su apellido a la prensa, nacional y extranjera. Incluso cuando defienden la reputación del barrio. "Es una zona buena, muy agradable para vivir, y no nos esperábamos semejante atrocidad. No hay mucho que hacer aquí, pero llevar la situación hasta tal extremo es horroroso", explica Terry, de 20 años, tras entregar un manojo de claveles al agente que controla el cordón policial junto a la escena del crimen. "Se han pasado", dice su amigo, de 23. "Ese chaval ni sabía qué es una banda, sólo le interesaba el fútbol. Yo diría que han sido los de Norris Green", apunta un tercero.

A las dos barriadas que rodean Croxteth Park achacan éstos y otros vecinos la escalada de disturbios y violencia que han experimentando en los últimos años. La zona se urbanizó sobre los terrenos de la antigua finca de los condes de Sefton, cuya casa señorial aún sigue en pie. Las primeras hileras de casitas adosadas se construyeron, al final de la I Guerra Mundial, para los obreros de las vecinas industrias, llegando a formar los núcleos de Croxteth y Norris Green. En sus bordes, una tercera colonia de viviendas privadas, Croxteth Park, comenzó a crecer años después con jóvenes profesionales y familias pudientes como los Jones.

La falta de empleo llevó prácticamente a la ruina de los dos viejos enclaves municipales convirtiéndose con el tiempo en feudos de bandas rivales. En vídeos colgados en la web de YouTube, miembros de los Crocky Eds, Strand Gang y Croxteth Heds, anónimos bajo sus capuchas y pasamontañas, marcan territorio encuadrando en una imagen la señal municipal de entrada al barrio. Hacen alarde en la pantalla de sus herramientas y modos de vida: un variado arsenal de armas, perros pitbulls, motos y coches.

La muerte del pequeño Jones coincidió con el aniversario del asesinato de joven de Norris Green, Liam Smith, de 19 años, a la puerta de un penal de Liverpool. En el juicio, que concluyó la semana pasada, con tres adolescentes condenados por homicidio, trascendió que las dos bandas del barrio habían disparado los unos contra los otros o contra sus respectivas propiedades en 19 ocasiones. Se disputan el negocio de drogas, la protección de los comercios de la zona, y sus redes de acción comienzan a infiltrarse en el próspero Croxteth Park.

"Sólo hay un acceso en coche a nuestro barrio, pero en bicicleta se puede entrar por cientos de atajos y caminos bordeados por árboles. Las bandas los utilizan como vías de distribución de droga. Hacen aquí el intercambio por la facilidad con la que pueden escapar de la policía", explica Dave Savill, presidente de la Asociación de Vecinos de Croxteth Park.

"Estamos rodeados de zonas malas", dice Terry. Su comunidad, la misma donde vive la familia Jones, poco aspecto da de pobreza. Viviendas de dos pisos, de ladrillo oscuro o al falso estilo Tudor, con toldos en los jardines y dos vehículos a la entrada. Hay también casas adosadas, de dos y tres plantas, con arbustos y flores esmeradamente cuidados.

"La única pega de nuestro barrio es que no hay nada que hacer, salvo jugar a fútbol. No hay un centro juvenil, no hay boleras ni salas de máquinas. Pero aquí todos nos conocemos. Hay muchas pandillas, por supuesto, y cada cual se centra en lo suyo, sin ignorarnos, pero evitando la confrontación", dice Terry

Savill cree que "no es una coincidencia" que Rhys fuera asesinado horas antes de que el jurado emitiera su veredicto de culpabilidad contra los tres adolescentes que mataron a Liam Smith, alias Smithen, destacado miembro de la Strand Gang. El motivo del tiroteo del pasado miércoles aún no está claro, pero, como confirmó el jefe de la brigada criminal de Liverpool, el superintendente Dave Kelly, el niño "llegó al sitio equivocado en el momento equivocado".

La madre de Rhys Jones llora, entre su marido y su hijo mayor, durante el homenaje que el club Everton rindió el sábado al niño.
La madre de Rhys Jones llora, entre su marido y su hijo mayor, durante el homenaje que el club Everton rindió el sábado al niño.REUTERS
Un hombre firma en el libro de condolencias por la muerte de Rhys Jones.
Un hombre firma en el libro de condolencias por la muerte de Rhys Jones.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_