Gasol no está solo

Vestida de color oro, la selección elevó a 24 la lista de victorias seguidas. Nadie tose al equipo español desde que hace dos años perdió la medalla de bronce contra Francia en el Europeo de Belgrado. Tampoco lo consiguió ayer una vieja enemiga, la Alemania de Nowitzki, aunque, eso sí, hizo pasar al grupo de Pepu un mal rato. A España, siempre tan divertida, le faltó regularidad en varios momentos del partido, no corrió a gusto hasta el final, con el encuentro ya resuelto, y se sintió más incómoda que otras veces. Y, pese a todo, borró en el último cuarto a Alemania con una facilidad pasmosa. Como si hasta entonces hubiera jugado sin apretar el acelerador a fondo.

A España le sirvió una versión correcta de Gasol (13 puntos y siete rebotes) y un par de buenos ratos de Felipe Reyes (10 y nueve) y de Navarro (18 puntos) para cerrar el partido. La orquesta funciona por sí sola. La variedad de sonidos es amplia. Justo lo que no tuvo Alemania, un grupo demasiado dependiente de la afinación de su solista, Nowitzki (14 puntos, seis rebotes). Cuando el alemán bajó los brazos, también lo hizo su equipo.

Femerling tomó primero a Gasol como pareja de baile, pero pronto buscó la complicidad de Nowitzki, el hombre para todo en Alemania. Junto al pívot de Dallas, Alemania presentó a las figuras de casi siempre, gente como Demirel, Okulaja y Femerling, buenos acompañantes, pero ninguna estrella. Para brillar está Nowitzki, un ciclón. No ocurre lo mismo en España, una selección construida, sí, en torno a un líder, Gasol, pero salpicada con otros habitantes de la NBA. Y con un banquillo envidiable para cualquier entrenador.

Alemania dio el primer empujón del partido (13-18) refugiada en su juego exterior, lejos del cuerpo a cuerpo en el que su rival se sentía más cómodo. A España, que un día antes había jugado en Castellón contra la República Checa, le costó entrar en el encuentro y no reaccionó hasta que empezó a correr. Pepu movió el banquillo a los pocos minutos y de las zapatillas de Navarro y Sergio Rodríguez comenzó a salir humo. Un parcial de 10-2 serenó a España durante un rato. Hasta que Nowitzki apareció en el partido y enlazó dos triples en medio minuto. Cogía el rebote, recorría la pista con el balón él mismo en las manos y se elevaba al llegar al perímetro. Es lo que tienen los genios. Ni Trías ni Marc Gasol sabían por donde taparle.

Gasol buscó entonces el duelo con Nowitzki como un reencuentro con su viejo amigo y el alemán aceptó encantado el pulso. No sólo eso. Lo ganó de manera imperial durante la primera parte. De ahí que Gasol saliera antes que nadie del vestuario para calentar la muñeca en el intermedio. Entre estas dos estrellas, de partido amistoso, nada de nada. La primera canasta de la segunda parte y el primer rebote, en los morros de Nowitzki, fueron del español. El alemán respondió con un mate, Pau con otro y con un tapón... El pique fue subiendo de temperatura. Tanto que, molesto porque los árbitros no señalaron una posible falta de Felipe Reyes, el alemán le soltó el brazo de mala manera a Carlos Jiménez en la cara. Fue su última acción destacable en el partido. Desde ese momento se difuminó y Alemania acabó pagándolo. No bastó la brillante aparición de Jagla, un clon flaquito de Nowitzki, un tipo aplicado dentro y fuera de la zona, rápido y con buen tiro desde el perímetro, pero con pocas espaldas para la lucha. Para ganar a España hace falta mucho más.

El punto final lo escribió Navarro. No se le había visto en todo el partido y metió 11 puntos seguidos en un periquete en el último cuarto. Tiempo, entonces, de que Cabezas y Berni salieran a guardar una ventaja que era un lujo tal y como pintaba el partido (63-53) y de que la selección pudiera por fin correr sin preocupaciones, liberada. Y tiempo, también, de que el público se acordara de Garbajosa, que sigue mordiéndose las uñas en el banquillo.