Mecánica y teología
A veces se dan milagros inversos dignos de espanto, como el de esas personas que murieron bajo los escombros de un templo de la localidad peruana de Pisco, cuando se vino abajo sobre las cabezas de los fieles que celebraban una misa funeral (siniestra coincidencia). Estos prodigios al revés no gozan de la notoriedad de los prodigios al derecho, por lo que se silencian como si no hubieran pasado. Pero han pasado, coño, y algo debería decirse de ellos desde el punto de vista de la fe. Sabemos que Dios no está nunca donde se le necesita, entre otras cosas porque no hay Dios, pero en situaciones excepcionales debería hacer el esfuerzo de existir hasta la llegada de los bomberos. La Iglesia, por su parte, es capaz de organizar una orgía mística por el hecho de que a una monja se le quiten los dolores de barriga al colocarse, a modo de cataplasma, una estampa de Juan Pablo II (hay infinidad de santificaciones basadas en curaciones de este tipo), pero nuestra Conferencia Episcopal, que da ruedas de prensa como el que hace rosquillas, no ha dicho nada aún sobre ese templo peruano que mató a las personas humildes que lo sostenían. Resulta incomprensible que los obispos den tantas explicaciones sobre el condón, que es pura mecánica, y tan pocas sobre este tipo de catástrofes, que son pura teología.
PARTICIPE. Puede escribir a Juan José Millás en cerbatanamillas@elpais.es |
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