_
_
_
_
Reportaje:

El magnate que juega con la política

El multimillonario judío Arcadi Gaydamak funda el partido Justicia Social para competir por el poder en Israel

Naiara Galarraga Gortázar

Arcadi Gaydamak se considera "el personaje más famoso de Israel". Las camisetas con su cara compiten en una tiendita de Jerusalén Oeste con las de dos iconos del Estado judío: Moshé Dayán, el jefe militar del parche en el ojo, y la primera ministra Golda Meir. Pero este empresario judío y multimillonario, nacido en Moscú hace 55 años, poco tiene que ver con los líderes israelíes de antaño. De pasado oscuro y acusado en Francia de tráfico de armas, acaba de fundar un partido, Justicia Social, con una misión: "Cambiar urgentemente el Gobierno actual".

Gaydamak, que se instaló en 1998 en Israel tras dos décadas en Francia, ha logrado alterar los nervios al primer ministro, Ehud Olmert, a golpe de talonario. Emulando a Robin Hood, ha ofrecido soluciones inmediatas a compatriotas desesperados. Durante la guerra del verano pasado pagó un respiro playero a miles de residentes en el norte, impotentes ante la lluvia de misiles Katiusha de la guerrilla libanesa Hezbolá. También ha financiado un par de veces cortas vacaciones a vecinos de Sderot, la ciudad más castigada por los cohetes caseros que lanzan los milicianos palestinos desde Gaza.

Dejar en ridículo

Es un experto en dejar en ridículo al débil Ejecutivo y lograr los aplausos de los desfavorecidos por la creciente brecha social en Israel. "Actúo cuanto puedo para satisfacer las necesidades de la gente y lo seguiré haciendo", declaró hace meses en una de las escasísimas entrevistas que ha concedido a la prensa.

El magnate nunca ha facilitado una biografía oficial. Su abogado admitió a la prensa israelí que tiene negocios en 37 países, sobre todo de la ex URSS y África. En abril pasado, pagó por la inmobiliaria israelí Ocif el doble de su valor en Bolsa. La revista Forbes cifra su fortuna en 700 millones de euros.

Dos factores explican el fenómeno Gaydamak, según el profesor de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalén Dan Avnon: "El deseo de los israelíes, desde la fundación del Estado (en 1948), de tener líderes fuertes, carismáticos, capaces de realizar grandes avances, y la creciente ineficacia del Estado para cumplir su contrato básico con la ciudadanía". Recalca Avnon que el millonario va "adonde el Estado no funciona".

Seguidor declarado de Benjamín Netanyahu, líder del derechista Likud, el empresario aseguró al presentar Justicia Social que no se concurrirá a unas elecciones generales. Aunque lograría, según sus propias encuestas, una veintena de los 120 escaños. Su objetivo inmediato es la alcaldía de Jerusalén, que Israel considera su capital. Explica Avnon que los partidos tradicionales prefieren mantener, al menos en público, las distancias: "Están dispuestos a que Gaydamak les financie, pero no quieren que se les vea con él porque se avergüenzan".

Los rusos -así llaman en Israel a los inmigrantes judíos que llegaron desde la ex URSS, sobre todo tras la caída del muro de Berlín- suponen el 14% de la población y uno de los colectivos más influyentes. El partido de extrema derecha que acapara sus votos, Ysrael Beiteinu (Israel Nuestra Casa), fue el gran triunfador en las elecciones de 2006. Pasó de 4 a 11 parlamentarios y su líder, Avigdor Liberman, es el ministro encargado de lidiar con el programa nuclear iraní.

Proceso de paz

Considera el profesor Avnon que si Gaydamak y Liberman quieren unirse, el multimillonario "debe ser más nacionalista y más halcón, o Liberman, menos, porque sus agendas políticas son muy diferentes". El magnate "está a favor de poner en marcha el proceso de paz" con los palestinos; el líder de Ysrael Beiteinu quiere entregar territorios, y su respectiva población árabe israelí, a un futuro Estado palestino a cambio de asentamientos judíos.

Gaydamak es un pragmático que no pierde el tiempo. Compró en 2005 un ruinoso Betar Jerusalén, el equipo de fútbol más popular de Israel y cuyas gradas están llenas de hooligans derechistas. Ganó la última Liga y es un excelente caladero de apoyo. También donó dinero al equipo preferido por los árabes-israelíes, el Shajnin. Y su hijo Alexandre es dueño del Portsmouth inglés.

Pero el magnate pesca también en otros caladeros. Aunque ha confesado que ni guarda el shabat ni come kosher, últimamente está centrado en los muy poderosos ultraortodoxos. Acaba de comprar un hospital que este colectivo gestiona en la ciudad con la promesa de convertirlo en el mejor del país. Ya intentó contentar a los fundamentalistas judíos, que poco a poco van tomando Jerusalén, al proponer pagar el traslado del Desfile del Orgullo Gay 2006 a la mucho más liberal Tel Aviv. La comunidad homosexual le contestó que ni hablar.

El fenómeno Gaydamak será efímero, según Avnon, porque la gente coge el dinero que ofrece pero, en el fondo, "desconfía de quien reparte un millón aquí y dos allá. Piensan en la mafia. Y el dinero, al final, se acaba". Las camisetas de Gaydamak se venden, por ahora, tanto como las del tuerto Dayán o Golda Meir.

Arcadi Gaydamak, en abril pasado en Jerusalén.
Arcadi Gaydamak, en abril pasado en Jerusalén.AFP

El oscuro capítulo angoleño

El episodio más oscuro de la biografía de Arcadi Gaydamak es su supuesta implicación en la venta ilegal de armas procedentes de Europa del Este a Angola en los años noventa, en plena guerra civil. Existen dos órdenes de arresto contra él, emitidas por Francia. Para evitarse disgustos, viaja con pasaporte diplomático angoleño. La fiscalía francesa le acusa, junto al traficante de armas Pierre Facone y a Jean-Christophe Mitterrand, hijo del fallecido presidente, de facilitar al Gobierno angoleño, a cambio de 560 millones de euros, tanques, helicópteros, seis barcos de guerra, minas y munición.

La policía israelí le investiga, pero por blanqueo de dinero. Él niega las acusaciones, las tacha de "persecución política" y recalca que jamás ha sido juzgado ni condenado.

El origen de sus negocios también es misterioso. El abogado de Gaydamak, David Narodesty, ha prometido en la prensa israelí que la nueva web de su partido incluirá una biografía de su fundador. Mientras, lo publicado ofrece algunas pistas. En los años setenta, tras recalar en un kibutz israelí, emigró a Francia. Allí creó, en 1976, una agencia de traducción que trabajaba para delegaciones de empresarios soviéticos. Y entonces surgieron esas relaciones de alto nivel que aparentemente han resultado claves en su éxito empresarial.

Casado con una ex miss boliviana, tiene tres hijos, avión privado, tres casas lujosas en Israel, otra en Moscú y pasaportes de Angola, Israel, Francia y Canadá. En público habla en inglés porque, cuentan, su hebreo deja bastante que desear. Para su fiesta de Hanuká, en diciembre pasado, contrató al cantante Enrique Iglesias.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_