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Reportaje:MÚSICA

Vocación lusófona

Desde niño, aún sin cumplir diez años, ya frecuentaba los bares. "Fue una época fantástica de aprendizaje en la que iba a tocar con los adultos. Algunos me preguntaban, '¿tu madre sabe que estás aquí?'. Y los músicos que todavía no me conocían, al ver que cogía la guitarra, me decían 'psshh, déjala ahí'. Yo protestaba: '¡que sé tocar!'. Al ver que era cierto ya no me volvían a decir nada", cuenta Tito Paris. "Ni jugué a la pelota. Prefería la música", asegura riendo. Se quedaba escuchando por la radio, o en los discos que traía a casa su padre, marino mercante, a cantantes como Nat King Cole, Frank Sinatra, Amália Rodrigues

... Y tocaba con sus hermanos y su primo Bau

[autor de una canción usada por Almodóvar en la banda sonora de Hable con ella].

Paris nació en Mindelo, capital de la isla de San Vicente, Cabo Verde en 1963. "Cuando la independencia, en 1975, yo tenía 12 años. Había muchos actos políticos y el Gobierno utilizaba a los músicos para reunir a la gente", recuerda sonriendo. "Cesaria me vio nacer. Es muy amiga de mi madre y me tuvo de bebé en sus brazos. Su primer disco lo produje yo".

Hasta el fenómeno de Cesaria Evora, el archipiélago de Cabo Verde, barrido por los vientos a 600 kilómetros de la costa senegalesa, parecía no existir. Una música terriblemente seductora permaneció oculta. "Estoy cansado de decir, y el Gobierno se molesta conmigo, que Cesaria es mucho más conocida que nuestros dirigentes".

Tito Paris llegó a Lisboa con

19 años. Le llamó Bana, un cantante que ya vivía en la ciudad. "En realidad quería a un batería y yo tocaba el bajo. Fue el clarinetista Luis Morais que dijo 'vas tú'. Le contó a Bana que yo tenía mucho talento y me llevaron". Un mes después ya estaba tocando la batería. Tito Paris se convirtió en el músico caboverdiano más solicitado. Y, en 1994, con Dança mi criola, se dio a conocer a toda la diáspora.

En su nuevo disco Acústico, grabado en el Aula Magna de Lisboa en 2004, se une la guitarra con violines, violas, chelos y contrabajo, en un cruce entre Europa y Cabo Verde. "Siempre pensé que a nuestra música le sentaba muy bien las cuerdas. Uno de mis sueños es poder hacer una morna sinfónica", cuenta. "La raíz de la música caboverdiana es intocable, pero se puede trabajar con otros sonidos".

Tito Paris lleva 25 años viviendo en Lisboa. Fue propietario del En'Clave y ahora ha abierto Casa da Morna, otro restaurante, punto de encuentro de músicos africanos y embajada oficiosa de Cabo Verde. "Portugal es un país difícil hasta para los propios artistas portugueses. Los buenos, como Paulo de Carvalho, Vitorino o Rui Veloso, prácticamente no pasan por la radio ni se les ve en televisión".

Cree llegado el momento de valorar ese espacio cultural que habla portugués y disfruta de músicas como la morna, la rebita, la marrabenta, la semba, la samba, el fado... Él tiende puentes. Acaba de grabar el disco Sons da fala con Filipe Mukenga (Angola), Juka (Santo Tomé), André Cabaço (Mozambique), Vitorino, Janita Salomé y Sérgio Godinho (Portugal)... "Los sonidos de la lusofonía son todavía jóvenes, porque hubo países en guerra muchos años y todo quedó cerrado. Hay una riqueza inmensa que la gente desconoce. Se deberían organizar encuentros porque abriéndonos a los demás, con la democracia cultural, ganamos todos".

Tito Paris actúa el 24 de agosto en Bilbao (Plaza Nueva).

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