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Crítica:TOROS | SAN SEBASTIÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Brujuleando

Juan José Padilla es un jerezano intempestivo, torero atlántico, de brújula, de norte y sur -indultó aquí un toro-, que va de los vendavales gaditanos a los temporales cantábricos. Se extralimita y, a veces, cuando calma, torea. Hoy, ni lo uno ni lo otro. Recibió aplausos a las verónicas tirantes de su primero, jaleo en las navarras que dejaron ver un toro bien hecho -el mejor- y noble que acudió a rejoncillos y siguió la muleta con sumisión de ordenanza. El enmorrillado cuarto se llevó una larga, la barrena de Alventus, tres faroles, cinco garapullos -con un violín que rompió una cuerda- y poco más. Sentado en el estribo le hacía pasar a topetazos y al final de faena sólo quedó en el aire el sonido del lomo en la barrera.

Cebada / Padilla, Cortés, Fandiño

Toros de Hros. D. Salvador Cebada Gago, desigualmente presentados, justos de casta y fuerzas, mansearon. El primero fue noble y sirvió el 6º. Juan José Padilla: media tendida (palmas); 3 pinchazos, caída y descabello (silencio). Salvador Cortés: 2 pinchazos y estocada (saludos); estocada algo caída y 4 descabellos -2 avisos- (palmas). Iván Fandiño: pinchazo y estocada (saludos); tendida y descabello (saludos). Plaza de Illumbe, 12 de agosto. 1ª corrida de abono. Media entrada.

Salvador Cortés. De Sur a Norte; de la tetrahazaña sevillana de 2006, a las dos orejas de estos sanfermines. Pero hoy tampoco. Salió el segundo, Aluita, un jabonero claro anteado desteñido que traía de Medina Sidonia recuerdos romanos y árabes a San Sebastián. El público rezongó. Más tarde, cuando demostró su mansa condición, lo pitaron. Anduvo punteando el capote del sevillano, corrió de peto en peto, persiguió en banderillas -Curro Robles lleva aún su aliento- y luego buscó toriles. Cortés lo alejó con suave trasteo y logró embarcarlo. Se vio el cielo entre nubes por la grieta del techo y sonaban las palmas para la muleta eléctrica del diestro, que corregía, enérgico, el calamocheo del jabonero, empecinado en alcanzar, de nuevo, terrenos de toriles. Murió apretando el hocico en las tablas. Su segundo, Pitorrito, contagió la discreción de su cuerna al animoso empeño de Salvador. Un silencio escueto bañó al quinto toro y algunas palmas rezagadas fueron el amargo premio. Una señora se puso enferma de aburrimiento y la dejaron salir. La acompañó su marido.

Iván Fandiño; mares norteños. Rumores de Porto do Son transplantados a Orduña. Y trigos alcarreños donde remansar. Al tercero, un astifino cariavacado, le dio poca vara, pasó al tercio y llevó buenos doblones y derechazos de sabor torero. También en la izquierda, dando el pecho, la muñeca lo enviaba atrás, pero el toro escarbaba y enganchaba. El gran cambio de manos por detrás con el que lo cuadró no tuvo acompañamiento en el acero, que pinchó impaciente previa la estocada. Salió el sexto, Pelícano. "¡Fandiño, salva la tarde!". E Iván se ciñó en verónicas. Luego el toro, que dio un susto a un peón en banderillas, acudió a la franela que Fandiño le cambió por detrás en los medios, y allí se fue rajando ante la entrega del diestro, que sumaba chispazos de buen hacer, de torería, regalando en la cara trazos de una muleta sincera y despaciosa.

Iván Fandiño, durante la faena de muleta a <i>Pelícano.</i>
Iván Fandiño, durante la faena de muleta a Pelícano.EFE

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