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Reportaje:

Tocomocho del siglo XXI

Una inmigrante se queda sin ahorros al ser estafada en plena calle en Moratalaz por una pareja con un falso número de lotería premiado

Carmen J. R., ecuatoriana de 42 años, se llevó hace varias semanas el disgusto de su vida. Trabajando de sol a sol, había logrado reunir el dinero suficiente para traerse a su hijo desde Ecuador a Madrid. A comienzos de junio pasado iba hacia una sucursal bancaria para sacar sus ahorros y pagar los pasajes de avión. Pero en el camino, un hombre y una mujer, bolivianos, le limpiaron todo el dinero merced al antiquísimo timo del tocomocho. Una estafa que, según fuentes policiales, ahora parece haber encontrado nuevas víctimas entre la población inmigrante. En pleno siglo XXI, el tocomocho sigue vigente.

Hoy, Carmen J. R. se ríe -"fui una incauta; te tratan como si fueras una enorme tonta..."-, pero aquel día lloró de rabia e impotencia. Lo tenía todo preparado para viajar unos días a Ecuador y traerse con ella a su único hijo. Los estafadores -ya identificados por la policía, pero aún sin detener-lograron apoderarse de los 1.300 euros que tenía Carmen ahorrados. "Tuve que pedir urgentemente un préstamo para los billetes", cuenta la mujer. "No sé qué me pasó ese día. Me levanté mal, me dolía la cabeza y me liaron...", evoca. A su pareja prefirió no contarle lo sucedido. Se maldijo una y otra vez de que su olfato no le hubiera alertado de la frialdad de la persona que se escondía detrás de aquella mujer con pinta de cateta que se le acercó tímida en la madrileña calle de Valdebernardo, en Moratalaz.

La timadora ofreció a la víctima 10.000 euros del falso premio de lotería

Eran poco más de las diez de la mañana. En la boca de metro de Pavones, la mujer paró a Carmen J. R. y le preguntó por una dirección. Justo en ese instante irrumpió en la conversación un hombre que aparentaba pasar por allí (era el gancho).Tenían entre 40 y 45 años. Según el relato de la víctima a la policía, la estafa se produjo como sigue:

La mujer aparentó ser analfabeta y sacó de un bolso un sobre con una carta y un décimo de lotería, y pidió al varón que se la leyese.

-"No sé leer, señor. ¿Me puede decir qué pone aquí...?".

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-"Es de un compadre suyo de Barcelona... que le manda suerte con este billete de lotería"- soltó el hombre.

Con una escenografía muy meditada, el gancho continuó:

-Quizás esté premiado: déjeme que anote el número del décimo, señora. Voy a la Junta de Moratalaz a ver si ha tocado algo... Espérenme las dos aquí".

Según la versión de Carmen, el hombre volvió 10 minutos después exhibiendo gran euforia.

-"¡Está premiado! ¡Está premiado con 800.000 euros!".

Carmen felicitó a la mujer y después comentó que tenía prisa.

-"No, quédese conmigo y me acompaña, señora... Le daré algo a usted; de ese señor, no me fío", pidió. Carmen accedió.

El gancho comenzó entonces a divagar sobre las cosas que se podían comprar con el dinero.

-Si me ayudan a cobrarlo, les doy dinero, pero quiero pruebas de que me puedo fiar de ustedes, dijo la supuesta cateta.

El gancho sacó de su bolsillo un fajo de billetes.

-"Yo estoy trabajando y no necesito nada que no sea mío", dijo el hombre.

-"Y de usted, señora, ¿me puedo fiar?", inquirió a Carmen.

Ésta sacó su cartilla del banco y se la dio para que la viera.

-"No, no... Yo no sé leer... Yo quiero ver si usted es solvente, si me puedo fiar... Quiero ver dinero en efectivo, como ha hecho este señor".

Carmen, que de hecho se encaminaba a sacar el dinero del banco para los billetes, se ofreció a sacar 500 euros de su cuenta y mostrárselos. Fue a la entidad financiera y volvió con el dinero.

-"Es poco dinero. Aquí hablamos de 800.000 euros de premio. Si me ayudan, porque yo no sé leer, les doy 10.000 euros a cada uno", dijo la supuesta agraciada con la lotería.

El gancho buscó entonces la complicidad de Carmen. "Saca más dinero. La tenemos ganada... Y 10.000 euros de soplete para cada uno...", le dijo de tapadillo. Carmen fue de nuevo al banco y sacó otros 800 euros.

Los ojos de la timadora se iluminaron. Y trató de convencer a la víctima para quedar los tres esa tarde y cobrar el premio. Carmen respondió que no podía por la tarde. "Puedo mañana", propuso Carmen. La timadora aceptó. Y quedaron en verse al día siguiente los tres. En medio de la conversación, el gancho cogió el billete de lotería y lo introdujo entre su fajo de billetes. E hizo como si se marchaba de allí.

-"Oiga, oiga, que el décimo de lotería es mío"-le gritó la timadora, haciendo el paripé.

-"Tranquila, que es una broma", sonrió el gancho.

Seguidamente, la timadora pidió a la víctima los 1.300 euros que había sacado del banco y, aparentemente, introdujo el décimo entre los billetes.

-"Tome, guarde usted la lotería hasta que vayamos mañana a por el premio. Pero guárdela en su busto, para que no se pierda ni se la quite nadie" -dijo a Carmen la timadora.

La víctima guardó entonces el fajo en su busto. Pero sin mirar qué es lo que realmente guardaba. Por fuera parecían billetes, los mismos que ella había sacado del banco. Y los tres, hablando, se encaminaron hacia el metro de Pavones. Al llegar allí, la mujer le dijo que tenía que arreglar unas cosas y que se verían las dos por la tarde en casa de Carmen, que le dio su dirección. La farsa era pernoctar allí las dos e ir a recoger el premio al día siguiente. El hombre fingió irse por otro lado. Al llegar a casa, extrajo del sujetador el fajo de billetes y la lotería. El mundo se le vino abajo.

Sólo había dos billetes, los que se veían. Por dentro, todo eran recortes de periódico. Le había dado el cambiazo. Y el timo, en pleno siglo XXI, se había consumado.

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