_
_
_
_
Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Don Arden, un 'manager' de leyenda

Fue conocido como el 'Al Capone del pop'

Diego A. Manrique

Intenten conjurar las imágenes más tópicas del manager, tal como aparece en películas y novelas. Es decir, el caballero feo de modales groseros, el manipulador cínico que desprecia a los consumidores, el sinvergüenza que roba sin complejos, el terror de artistas y colegas.

La suma total sería alguien parecido a Don Arden. Durante el último tercio del siglo XX, fue uno de los hombres clave del negocio musical británico. Reinaba por el miedo: su mera mención paraba las conversaciones.

De verdadero nombre Harry Levy, había nacido el 4 de enero de 1926, en el seno de una familia judía de Manchester. Su madre amaba el teatro y Harry ejerció de entertainer cuando entró en el Ejército. Tras la guerra, rebautizado como Don Arden, funcionó como cantante en el circuito de variedades. También organizaba espectáculos para las bases estadounidenses en Europa. Hasta que en 1959 montó una gira de Gene Vincent, rockero maduro que había perdido su público en Estados Unidos, pero era venerado en el Reino Unido. Descubrió que tenía habilidad para vender caro a los artistas (y pagarles lo mínimo).

Cuando llegó el boom de los conjuntos beat, Arden trabajó brevemente con los Rolling Stones, los Animals y los Nashville Teens. Finalmente, encontró el filón con los Small Faces, potentísimos representantes de la estética mod londinense. Su forma de embaucarles fue clásica: les abrió cuentas en boutiques, les juntó en un piso de solteros... y les daba una asignación miserable (20 libras por persona a la semana). Cuando sus padres protestaron, puso cara de pena y proclamó que los chicos se habían convertido en yonquis. No era cierto y tampoco explicaba su misteriosa contabilidad.

Los Small Faces generaban montañas de dinero: en 1966, cuando Robert Stigwood se interesó por llevar sus asuntos, Arden asaltó su oficina, le amenazó con tirarle desde un cuarto piso y logró que desistiera.

Sin cultura pop, aseguraba que cualquier disco podía convertirse en éxito con una inversión generosa. Al marcharse los Small Faces, quiso demostrarlo grabando una balada, Sunrise sunset; fracasó. Volvió a lo suyo, a explotar el talento ajeno, centrándose en grupos de provincia con managers frágiles. Desde Birmingham llegaron Black Sabbath y The Move; de estos últimos surgieron Wizzard y, lo más rentable, la Electric Light Orchestra. Solidificó su poder al fundar la discográfica Jet Records.

Black Sabbath terminaría convirtiéndole en personaje público, tras una bronca familiar. Su hija Sharon se casó con Ozzy Osbourne, el cantante, y se hizo con su management: la ofensa determinó que padre e hija dejaran de tratarse durante 20 años. Don ponía obstáculos legales a Sharon y ésta intentó atropellarle cuando le vio caminando por una calle de Los Ángeles.

Para entonces, Don Arden era conocido como el Al Capone del pop. En Scotland Yard sabían de sus guardaespaldas, sus armas de fuego, sus amenazas de muerte, sus palizas. Finalmente, en 1986, un antiguo socio le denunció por secuestro y chantaje: su hijo David recibió una condena de dos años de cárcel y Don se refugió en California; extraditado, salió libre tras el juicio, ante el asombro general. Estaba habituado a los tribunales: los artistas que le denunciaron pasaban años litigando y solían conformarse con una fracción del dinero debido.

En sus últimos tiempos, aquejado de Alzheimer, Arden presentaba una imagen de ogro venerable, apareciendo ocasionalmente en The Osbournes, el reality show de Ozzy y Sharon. Firmó una autobiografía, Mr. Big: Ozzy, Sharon and my life as the Godfather of Rock, donde se retrataba ambiguamente. Aseguraba, por ejemplo, que él no colgó a Stigwood de un cuarto piso, "no me mancharía las manos". Pero aquel día, como era habitual, iba escoltado por mafiosos que obedecían sus órdenes.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_