"Estoy orgullosa de lo que he hecho"
Un día de 1962 Maria Àngels Marquina entró en la fábrica textil Can Franquesa de Sabadell, de la mano de su madre. Tenía tan sólo 13 años y muchos nervios. Su madre, como muchas otras mujeres de una ciudad que vivía del textil, se ganaba la vida como hiladora. La llevó hasta el encargado y, al poco, a Maria Àngels la sentaron frente a quien sería su maestra. Han transcurrido ya 45 años, pero todavía hoy mantiene el contacto con la mujer que le enseñó a pasar los hilos por la púa, a hilvanar dibujos, que después los telares convertirían en tejidos con tramas y formas distintas. Maria Àngels tampoco ha perdido la pasión por su oficio, el de pasadora. Todo un prodigio de paciencia, concentración y talento de artesano. Por encima de todo, se requiere, precisa esta pasadora con casi medio siglo de oficio, "bastante nervio, porque nunca puedes pasar". No es para menos, una pasadora llega a pasar manualmente y con la sola ayuda de un gancho, 2.000 hilos por la púa en una hora. Con los años, muchas de las mujeres que han dedicado su vida a este oficio, casi exclusivamente femenino, acaban con dolor crónico en las articulaciones de las manos, los brazos y la espalda. "La vista también la pierdes", añade Maria Àngels, pero con la práctica aprendes a trabajar sólo a través del tacto y ya no necesitas mirar. No obstante, el oficio tiene sus virtudes, y si hay una que Maria Àngels destaca en todo momento es la de "la independencia, nadie te dice ni qué es lo que tienes que hacer ni cómo lo tienes que hacer".
Una oficiala llega a pasar manualmente 2.000 hilos por la púa en una hora
Para tramar los hilos hace falta paciencia, concentración y talento de artesano
Cuando entró, con 13 años, en la fábrica de Can Franquesa, Maria Àngels no se estrenaba en el mundo laboral. A los 10 años -"me harté de llorar porque me gustaba mucho"- la sacaron del colegio. Había nacido su hermano pequeño y en casa necesitaban dinero. "Nadie te preguntaba si te parecía bien o si te gustaba o no; cogías el trabajo que había y llevabas el dinero a casa", relata.
Maria Àngels asegura que la fábrica de Can Franquesa, en la que había unos 200 trabajadores, era "como una familia". Entre otras cosas, porque "desayunabas, comías y merendabas ahí". Muchas mujeres aprovechaban el descanso del desayuno -"siempre había Nescafé y leche condensada", recuerda- para hacer ganchillo; "yo aproveché para aprender". "En aquel tiempo trabajábamos y nos ocupábamos de todo: de la casa, de los niños...".
Las jornadas podían ser maratonianas; empezaban a las siete de la mañana y no terminaban hasta las diez de la noche. "Era distinto, porque antes en la fábrica entraba el hilo y salía la ropa ya empaquetada; no era como ahora, que cada proceso se hace en un lugar distinto". Había tejedores, hiladoras, urdidoras... Eran muchas horas de convivencia y muchos jóvenes acabaron emparejados. Fue el caso de Maria Àngels, que acabó enamorándose y casándose con un tejedor.
En 1976, la fábrica textil de Sabadell no pudo sobrevivir a la crisis económica y cerró las puertas. No obstante, ella no claudicó, y empezó a trabajar por su cuenta. Se llevaba el trabajo a casa y así podía cuidar de sus hijos pequeños, que hoy ya tienen 28 y 31 años. En 1984 montó una cooperativa, que todavía hoy existe, Artesanía Textil. Las 40 pasadoras tienen una media de edad que supera la cincuentena y acuden a las fábricas cuando se requiere su trabajo. No hay horarios y cada mujer establece las horas y los días que quiere trabajar, excepto Maria Àngels, que siempre está localizable. Ella es la coordinadora del equipo. Con los años ha aprendido contabilidad, a manejar el ordenador y últimamente le ha tocado lidiar con Internet. Las nuevas tecnologías no le asustan; el peor altibajo que recuerda fue la llegada del Impuesto de Valor Añadido (IVA).
La cooperativa vivió su máximo auge a principios de los noventa, cuando había unas 130 pasadoras. Maria Àngels recuerda que las trabajadoras ponían 200 pesetas cada semana por si algún cliente no pagaba. Si había suerte y el año acababa sin morosos compraban cestas de Navidad. Hoy muchas ya se han jubilado. "Hemos ampliado el territorio; antes sólo íbamos a las fábricas textiles de Sabadell y Terrassa, pero hoy vamos a Vic, Granollers...", relata Maria Àngels. Las pasadoras de Artesanía Textil ya no se dedican únicamente a la ropa convencional; también trabajan para fábricas que elaboran uniformes de bombero e incluso filtros de motor. No obstante, el oficio se aprende como hace más de 50 años. Hay aprendices y operadoras, y hay que observar y practicar. Los únicos utensilios de una pasadora, y que lleva siempre consigo, son un gancho para pasar el hilo, unas tijeras y un peine. Maria Ángels lamenta que a las pasadoras les queden pocos años de vida, "van a desaparecer, como el textil". "Con el tiempo aprendes a querer el oficio y da mucha tristeza saber que no tiene futuro", lamenta. "A lo largo de los años he aprendido mucho; no ha sido fácil, pero estoy orgullosa de lo que he hecho", concluye.
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