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Columna
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Culebrillas de verano

Se acabó definiendo como serpiente de verano a aquella noticia que sin demasiado fundamento ni excesiva credibilidad atravesaba toda la época vacacional, preocupando en muchas ocasiones a los gobiernos, o a las redacciones de los medios de comunicación, lo que era más un rumor que una noticia, se adueñara de la opinión pública. Por eso, ya hoy en día, hasta los gobiernos son los que sueltan culebrillas para que la gente se entretenga con ellas y no necesiten otras.

O el Gobierno mediante su fiscal general quiere desandar todo el camino de liberalidad que ha derrochado, o ha sido crear una culebrilla de verano todo eso del caso del Jueves. A pesar de la imagen poco afortunada de los príncipes haciendo sus cositas, por aquello de conseguir los dos mil quinientos euros prometidos por el Gobierno, todo el procedimiento seguido ha resultado demasiado fuerte. Eso de secuestrar una publicación por groserilla y poco respetuosa con la institución real me ha sorprendido y me ha retrotraído a aquellas épocas de mucha autoridad y poco diálogo, sustituido casi siempre por el ejercicio de la porra de un personaje vestido de gris.

Como sacar el asunto del espía Flórez que surgió de Tenerife, no del frío, en rueda de prensa desde el mismismo centro de la inteligencia -lo que Joaquín Leguina me corregiría inmediatamente porque él lo llamaría un insulto a la misma inteligencia llamar a esos organismos centros de inteligencia- constituyendo el caso de espías más raro que haya visto yo en mi vida, pero que tiende a dar la impresión de que el Gobierno vela hasta en el verano por la defensa y seguridad nacional, cosa que creíamos también del pasado. ¿Otra culebrilla de verano para que no dejemos de hablar de ella?

¿Qué esconde el Gobierno tras las culebrillas? Estoy por decir que nada. Que lo que quiere es entrar en el nuevo curso, detenciones de etarras mediante, mostrando un nuevo look de Gobierno serio, defensor del Estado y sus instituciones, de nuestra seguridad, de tío duro que no vende Navarra, mostrando así que la negociación no fue tanto como algunos malintencionados se atrevieran a pronosticar. El problema es que se conduce peor marcha atrás que hacia delante, y si no que lo digan las columnas de mi aparcamiento.

Lo que me preocupa algo menos es cómo va a acabar lo de Alava, la gobernabilidad de todas las instituciones cogida con alfileres. Puede pasar cualquier cosa en el futuro porque el folletín alavés no está cerrado ni mucho menos. Lo cierto es que no habiendo tenido peor resultado en toda su historia que en las recientes elecciones municipales, el PNV acaba gobernando en las tres provincias. Gobierna donde es mayoría relativa, y gobierna donde es minoría minoría, debido a que la gran contradicción de la política española, el máximo enfrentamiento, la contradicción dominante, en términos marxistas, no es otra que la del PSOE y el PP, y de ello se aprovecha. Así no vamos a ir muy lejos. Todo se irá deteriorando y acabaremos no sólo sin luz, como en la Barcelona de la Caballé y Mercouri, o la de Peret y sus palmeros. Con Barcelona tiene fuerza, pero no será precisamente la de la luz. Y es que aunque usted no se lo crea, si la política no funciona acaba repercutiendo en la cosas más necesarias de lo cotidiano. Tiempo al tiempo.

Me dejó tan sorprendido que el PNV se llevara la diputación de Alava que me acordé de una tira cómica de un corrosivo dibujante francés surgido en la resaca del izquierdismo que sucedió en los años setenta tras el mayo parisino y que leí en la cárcel. La trama es la de un joven granjero de familia trotskista que se quiere casar con su vecinita hija de unos padres estalinitas. Ambos padres amonestan a sus respectivos hijos por quererse casar con un defensor del revisionismo, en el caso del trotskista, o de la traición a la causa obrera, en el caso del estalinista. No me acuerdo del nombre de aquel corrosivo dibujante, el final de la historia es que el matrimonio es imposible y él acaba alistándose en los CRS. Como no sabía el nombre del autor de los chistes le llamé por teléfono a un amigo que estuvo exiliado todo ese tiempo en Francia que conocí en la cárcel por militar en ETA, y él me contestó: "No tengo ni idea de quién hablas, yo en Francia leía la prensa española de Franco y veía TVE".

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Total que si alguno de los de la redacción se sabe el nombre me lo ponga (Sempé) en el artículo, puedo asegurar para su tranquilidad que el humorista francés nunca dibujó personas reales en posturitas.

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