Sencillamente genial
Casi siete años lleva funcionando ininterrumpidamente el cuarteto de Wayne Shorter. Un récord en el panorama del jazz actual en el que los grupos se montan para una gira o para un disco y desaparecen al día siguiente. El antiguo compañero de Miles y después líder de Weather Report, en cambio, ha conseguido solidificar una reunión de músicos de alto voltaje alrededor de su música. Lo que empezó también como una aventura efímera se ha convertido, gracias a esa fidelidad, en uno de los grupos más sólidos de la historia del jazz contemporáneo.
El miércoles en el Auditori, dentro del Mas i Mas Festival, el cuarteto volvió a dejar constancia de su indiscutible categoría con un concierto abrumador por la cantidad de música e ideas que se vertieron sobre el escenario y, al mismo tiempo, con uno de los conciertos de jazz (por ponerle un nombre) más bellos que se han oído en tierras catalanas en muchos años. El cuarteto de Wayne Shorter estuvo sencillamente genial.
Este joven saxofonista de 73 años propone un viaje a lo más profundo de la sensibilidad humana
La música que propone este joven saxofonista de 73 años es apasionante, un viaje hasta lo más profundo de la sensibilidad humana. Es jazz, por supuesto, pero también le debe mucho a las músicas clásica y contemporánea (si es que, a fin de cuentas, no son la misma cosa). Es una música cambiante que, en cada momento, juega con las sensaciones, tanto del intérprete como del oyente, y pasa de la tensión a la efervescencia con una naturalidad pasmosa. Música que te atrapa con las primeras notas y te clava en la butaca, provocando una excitación difícil de explicar con palabras.
El grupo, además, la presenta en continuidad. Los diferentes temas se engarzan unos con otros sin solución de continuidad, formando una sola cosa. En realidad son una sola cosa que nace, crece, se desarrolla y encuentra un final lógico ante nuestros ojos con una naturalidad pasmosa. Los temas evolucionan según el humor de los músicos y su relación entre ellos. Sólo en un momento, cuando ya se llevaba más de una hora de concierto, los aplausos del público, que ya no podía contenerse, rompieron por unos instantes esa coherente continuidad.
El miércoles, el batería Brian Blade estuvo explosivo de principio a final y proyectó al grupo, una vez tras otra, a parajes insospechados. El pianista Danilo Pérez tomó esas vibraciones y las plasmó en un toque alegre, saltarín, valiente y aventurero sobre la espina dorsal inalterable del contrabajo del soberbio John Patitucci. Y controlándolo todo, el gran Wayne Shorter, que se mostró profundo y sugestivo con el saxo tenor y mucho más afilado y cortante con el soprano.
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