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DESDE MI SILLÓN | TOUR 2007
Columna
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¿Alegría?

Debería empezar esta columna con una exclamación de alegría. Evidente después de lo que acabo de ver en la ascensión del Aubisque: ¡Sí, bravo Michael, te lo mereces, el Tour es todo tuyo, enhorabuena! Pero no puedo. No puedo porque sería engañarme a mí mismo. Porque estoy muy contento por él, eso es cierto, por mi compañero y por mi equipo, por lo que están a punto de lograr (y lo que ya han logrado). Pero hay un poso de tristeza que empaña toda esta alegría.

La misma tristeza que pude ver en la rueda de prensa de Rasmussen en el día de descanso. En esa rueda de prensa en la que nadie le preguntó por lo que queda, por los rivales, por cómo se ve y qué es lo que espera de sí mismo. No, nada de eso interesaba. No puede ser que nadie se dé cuenta de la circunstancia. Michael Rasmussen está viviendo un sueño hecho realidad. Quiso ser ciclista, así que se inició en la bicicleta de montaña y consiguió llegar a ser campeón del mundo. Pero eso no era todo, quería más. Dio el salto a la carretera y quiso ser el mejor escalador del mundo, y consiguió ganar varias veces la clasificación de la montaña del Tour. Pero tampoco esto era todo, había algo más. Porque también quería, algún día, llegar de amarillo a París. Y ahora está a punto de conseguirlo, un sueño hecho realidad, el camino se le presenta fácil y llano después de superar con matrícula de honor la prueba de ayer, pero parece que todo esto a nadie le importa.

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Porque parece ser que en Francia no va a ser un ganador grato. Ni para el público (manipulado y mediatizado) ni para los organizadores. Y tampoco para el presidente de la UCI, lo que no deja de ser sorprendente: ¿se puede ser tan parcial ocupando el puesto que ocupa? Por cierto que en Francia en este momento, cualquier ganador que no fuese francés sería no grato, por otra parte.

Para mí Rasmussen va a ser el mejor ganador posible de este Tour porque así lo ha dictado la ley de la carretera. Eso se llama justicia deportiva, y sobre ella él ha sido el más fuerte. Fuera de ella, Michael ha cometido errores que ahora está pagando. Pagando muy caro, además. Ayer entonó un mea culpa; asume su responsabilidad y es consciente del riesgo, porque ha recibido ya dos avisos, y las reglas de la UCI indican que tres son un positivo.

Yo ahora hago lo que puedo para correr ese velo de tristeza y empaparme de la alegría de la victoria. Es difícil, lo sé, aún está muy reciente la desilusión de lo de Vinokúrov, y la de Heras, y la de Landis, y la de la Operación Puerto. Difícil pero no imposible. Habrá que pensar en Michael, en su sueño, y en lo cerca que está de conseguirlo.

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