A la caza de glóbulos rojos
Cuanto más oxígeno consumen los músculos de un deportista, más trabajo mecánico pueden realizar. Por ejemplo, las piernas de un ciclista pueden generar más potencia, con la consiguiente mejora en su rendimiento. Lo malo es que la capacidad que tienen los músculos de consumir el oxígeno que les llega por la sangre a través de los vasos sanguíneos (arterias), y que viaja protegido dentro de unas células llamadas glóbulos rojos, supera con creces la capacidad que tiene el corazón de bombear sangre. Además, con el ejercicio intenso se destruyen millones de glóbulos rojos a diario.
Por las citadas razones, la cantidad de glóbulos rojos que hay en la sangre de un deportista es uno de los principales factores que limitan su rendimiento. Por ejemplo, en competiciones tan exigentes como una contrarreloj, donde los músculos necesitan consumir mucho oxígeno, hasta casi cinco litros por minuto, para mover los pedales a toda velocidad. Así, si conseguimos aumentar la cantidad de glóbulos rojos en la sangre de un deportista, sus músculos consumirán más oxígeno y rendirán más.
Hasta los años ochenta, sólo se podía aumentar de un modo efectivo el número de glóbulos rojos de un deportista a base de transfusiones de sangre: autotransfusiones, consistentes en inyectarle medio litro de su propia sangre (que previamente se había dejado almacenado en una nevera) para reponer sus glóbulos rojos, u homotransfusiones, en las que se le administra sangre de un donante compatible (o sangre homóloga) para que no existan reacciones de rechazo. Hasta hace poco, ambos métodos eran indetectables en los controles antidopaje.
Un modo más moderno y sencillo para aumentar artificialmente el número de glóbulos rojos es la administración de inyecciones de eritropoyetina (EPO) recombinante, una hormona sintetizada por ingeniería genética, y casi idéntica a la que los seres humanos producimos naturalmente, con el fin de fabricar nuevos glóbulos rojos. Como desde hace unos años es posible detectar los restos de EPO recombinante en las muestras de orina de los deportistas, algunos habrían decidido volver al método clásico de las transfusiones.
Gracias al trabajo de unos científicos australianos, hoy en día también se puede detectar el uso de homotransfusiones, utilizando la llamada citometría de flujo. Este sistema se emplea en los hospitales de todo el mundo. Por ejemplo, para clasificar los tipos de leucemias u otros tumores de la sangre. Y también permite diferenciar los glóbulos rojos del donante de los del deportista receptor, al identificar los numerosos antígenos de los glóbulos rojos extraños que han entrado en la sangre de este último. (Los antígenos son sustancias que rodean a los glóbulos rojos y otras células y constituyen algo así como su etiqueta de identificación).
Alejandro Lucía es catedrático de Fisiología de la Universidad Europea de Madrid.
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