Expectativas cumplidas
Madrid, la cuarta ciudad europea más visitada, deja a los turistas satisfechos en ocio y cultura y molestos por los precios y los robos
"¡Oh, Spain!". Paul Bustrow recoge su tarjeta de embarque de un mostrador de Iberia business en la terminal 4. Dentro de una hora despegará rumbo a Londres, donde vive. Saluda a Madrid con la mirada del enamorado que pasa por alto los pequeños defectos de su querida. "Ayer, un leve retraso del vuelo y un atasco conjuraron para que llegase tarde a mi cita", se ríe. "Y el taxi: ¡qué caro!". Paul se va con su maletín de ejecutivo y un abanico rojo para su mujer: "Madrid me gusta por su gente, abierta y alegre. Se le puede perdonar algún fallo de poca importancia". Para este inglés de 40 años, las bocinas de los taxis y un poco de caos organizativo forman parte del encanto de la ciudad. Lo que la diferencia de su Londres, quizás.
Un matrimonio chileno dice que Madrid "está demasiado arregladita, vestida para turistas"
La capital inglesa sigue siendo la ciudad europea preferida de los turistas. Luego vienen París, Roma y, en cuarta posición, Madrid. El Ayuntamiento presume que el pasado año la capital recibió la visita de 6.745.124 personas. En lo que llevamos de año, han pasado por aquí casi tres millones de personas, lo que supone un incremento de casi el 8% respecto al mismo periodo de 2006. Madrid ha vuelto a ser el principal punto turístico de España. La gente lo visita más que Barcelona (5.203.632) y Palma de Mallorca (1.700.656). Misma marcha comparte la Comunidad: en 2006 recibió a casi nueve millones de personas. Entre los que transitaron por la capital el año pasado, el 45% procedían del extranjero, sobre todo de Francia, Reino Unido, Italia y Portugal.
La pasada legislatura de Gallardón invirtió más de 50 millones de euros para promocionar la imagen de la ciudad dentro y fuera de España. Aquí se cuentan cuatro historias de estancias en Madrid y de si se han cumplido o no las expectativas.
Erkan Yildirim y Cem Akkaya fueron aconsejados por unos colegas y planearon una inspección en primera persona en busca de fiestas y tortillas. De hecho, cuando llegaron a Barajas el jueves 12 de julio sabían pronunciar sólo dos palabras en castellano: "movida" y "cerveza". Al llegar desde Estambul, los dos ingenieros de 31 años lo tenían todo clarito: bucear en las salas de los museos y salir de noche. "Ahora necesito otras vacaciones para recuperarme de éstas", se reía Erkan. "No hemos dormido nada y nos duelen las piernas". En tres días se han pateado los pasillos del Prado, el Reina Sofía, el Thyssen y luego, claro, de noche, a salir. "Me asombré porque el arte europeo está lleno de vírgenes y Cristos en cruz" . Lamentan que las cartelas de los cuadros no les ayudaron mucho en su descubrimiento. La vida nocturna no les ha decepcionado, exclaman contando una ruta por bares en Huertas. Erkan y Cem.
La semana pasada pasaron por Madrid dos chicas holandesas. Inke Gooskers y Kirsten Visser, de 21 y 22 años respectivamente, llegaron en avión desde Rotterdam y salieron de Atocha rumbo a Benicàssim apenas 23 horas después. Recién aterrizadas, se han metido en el metro para bajar hasta Atocha a comprar los billetes del tren. El atrio donde desemboca el metro es caótico, lleno de voces y flechas con escritos en español: para las dos extranjeras empiezan los obstáculos. El problema en la sala donde Renfe vende los billetes es que hay que sacar número: la máquina que los escupe no explica en inglés, sino sólo en castellano, qué botón hay que marcar para viajar el día después y no el mismo día. "Ha sido horrible: ¡en esta capital nadie habla inglés!".
Mochilera solitaria de Malta, Nnenna Okeke peregrina cabeza arriba de una a otra pantalla en la estación de Atocha. "Tengo mucha ilusión por ver Madrid", se entusiasma. Al pisar tierra confesó que había sido el relato de algunos amigos de Erasmus en la capital lo que fue determinante para tomar la decisión de dedicar el verano a visitar este país. "Quiero ir de terrazas en Lavapiés", enumera contando con la punta de los dedos en un español tímido, "comprar en el mercadillo de libros de segunda mano de Cuesta de Moyano, vermut en el Rastro y tumbarme el resto del domingo en un césped del Retiro". Tras pasarse cuatro días en Madrid, ahora busca su tren para seguir el recorrido de España. Nnenna cuenta que no fue todo tan genial como esperaba: "En el momento de registrarme en el hostal me di cuenta de que no llevaba la cartera: ¡me habían robado!". Por suerte, no parece tomarse mal los percances. Con todo lo que ha viajado, está acostumbrada a enfrentarse a desventuras. De hecho, iba preparada por la eventualidad de un robo: "Menos mal que tenía dinero y documentos bien repartidos en diferentes sitios secretos. Me habían avisado de que en España roban mucho, ¡pero nunca pensé que fuesen tan hábiles!".
Hay quien viene a Madrid porque le ata a la ciudad un invisible lazo de recuerdos. Julio Velis e Isabel Nieto llevan 40 años casados y vinieron por primera vez en luna de miel. Viven en Santiago de Chile y en el curso de sus vidas se regalaron más viajes a la ciudad que fue testigo del principio de su amor. Conocen "un restaurantito en una callejuela detrás de la plaza Mayor donde siempre vamos a comer el cocido", cuenta Isabel. Con 68 años y 66 respectivamente, han vuelto la semana pasada y se han quedado muy decepcionados: "Solíamos pagar no más de 30 euros; anoche gastamos más de 50. En dos años todo ha subido mucho de precio", se quejan, pasándose la palabra de uno a otro. Es el clima general de la ciudad, que en esta última permanencia no les ha convencido: "Está demasiado arregladita, como vestida para turistas". Para algunos gana; para ellos pierde.
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