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EL LIBRO DE LA SEMANA

La vida

"ESTO ES la vida, no una novela, si fuese una novela todo perfecto, sin duda". "Esto no es libro, Dios mío, créanme que no es un libro, soy yo". "Este libro que no es un libro, es la vida". Estas palabras de António Lobo Antunes, inscritas como a buril entre las páginas de Ayer no te vi en Babilonia, se lo ponen difícil al reseñista: ¿qué se puede comentar de una novela que pretende no ser una novela, cómo se comenta la vida? ¿Qué actitud tiene uno que adoptar con un libro que se niega a sí mismo como tal mientras insinúa con vehemencia que lo que hay dentro de él no es literatura sino la vida? Con un libro y con toda una obra: Lobo Antunes lleva siglos escribiendo desde el corazón de la existencia, desde su conciencia claroscura, desde las mismas raíces de la vida. Por eso sus historias se dejan resumir mal (En el culo del mundo, relato de sus experiencias de guerra en Angola, o Fado alejandrino, la historia reciente de Portugal según la memoria de cuatro militares, mejor que Yo he de amar una piedra, protagonizado por una paciente psiquiátrica, o Las naves, donde los retornados de África en 1975 se cruzan con los conquistadores de la época imperial) y por eso leer esas historias sin enfermar, sin contagiarse del virus que impregna sus páginas, es no entenderlas en absoluto. Ésta es una de las paradojas de este autor magnético e irrepetible: siendo uno de los más dotados técnicamente de los últimos cincuenta años, un tesoro inagotable de recursos retóricos y estilísticos, es también, y sobre todo, uno de los que más sabe acerca de la naturaleza humana, a la que permite expresarse con sus saltos y contradicciones, a la que deja soñarse en voz alta sin zarandearla para que despierte con los malos humores de la lógica narrativa o las diversas ciencias del pensamiento y la escritura. António Lobo Antunes escribe con olas y con orugas, con él y con ella (seres concretos, no los genéricos de la gramática o la filosofía), desde el viento que dispersa las hojas de árboles y libros y luego las amontona en un rincón del patio: desde la vida. ¿Cómo se comenta eso, cómo se puede atrapar tanta vida con los insectos breves de unas letras de periódico? No se puede, en efecto, pero sí invitar a que le lean para que esto, la vida, no se pare.

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