Los jóvenes cerebros de África
Investigadores del continente sueñan con un futuro sin emigración
Fatú, Daniel, Adel, Aguinaldo o Mame Marie son jóvenes y africanos, y están estos días en el campus de la Excelencia, en Fuerteventura. Han sido seleccionados, junto con otros 10 compañeros, por tener 15 de los mejores proyectos de investigación de posgrado del continente.
"Nuestros padres sólo han podido ser empleados; nosotros podemos dirigir las empresas occidentales"
Mientras comparten sus conocimientos con 14 premios Nobel, se han reunido, a propuesta de EL PAÍS, para explicar por qué prefirieron estudiar a emigrar y qué papel jugarán las nuevas generaciones para recuperar el liderazgo del continente de las mil etnias y el 90% de los recursos naturales del planeta. Dos ideas son las más repetidas por estos brillantes investigadores: África necesita potenciar la educación y que el talento no salga huyendo hacia Occidente.
¿Por qué emigran los africanos? "La juventud africana actual no tiene paciencia para estar 10 años estudiando; ven a uno que ha emigrado, y a los cuatro años aparece con dinero, coche y construye una casa. Eso les impulsa a abandonar su país. Pero cuando llegan se dan cuenta de lo mal que se pasa en Europa", dice la bióloga senegalesa Fatú Gueye, de 30 años. "Nadie se lo dice. Yo estuve en Francia un año y sé que hay que trabajar muy duro". Gueye cree que los gobernantes deben invertir en enseñanzas superiores y en facilitar que la nueva generación de jóvenes titulados africanos consiga un puesto de trabajo acorde con su preparación.
Esta bióloga senegalesa y su colega surafricana Ntombenhle Khathawane, de 29 años, fueron premiadas en el campus de la Excelencia con 10.000 euros cada una. Khathawane elaboró un proyecto de fábrica en Tanzania para producir etanol gel como sustituto de la parafina y el carbón, imprescindibles para cocinar y calentar agua, en un país donde el 90% de la población carece de electricidad. Gueye propuso conseguir una relación simbiótica entre la leguminosa herbácea Zornia glochidiata y la Rhizobia, para optimizar recursos alimentarios en la ganadería.
Ambas investigadoras están convencidas de la capacidad de los jóvenes africanos educados para transformar el continente. "Nuestros padres fueron a la escuela y todo lo que aprendieron lo hicieron en sus lenguas africanas", dice Khathawane. "Estudiaron, pero sólo han podido ser empleados de las empresas occidentales. Ahora, nosotros estamos preparados para dirigir esas empresas", afirma orgullosa.
El biólogo marroquí Adel el Yazidi, especializado en recursos marinos, sólo piensa en volver para crear empresas de acuicultura en la costa, frente a Canarias. "Hay muchos licenciados que se suben a la patera", reconoce. "Pero la gran mayoría de los que se suben a las barcas son menores de 15 años que han abandonado los estudios, mujeres y mayores de 30 años que no encuentran trabajo o lo han perdido". El Yazidi considera que una buena empresa de cultivos agrícolas permitirá "mantener viva la industria pesquera de Tarfaya, Dajla y Agadir, y daría trabajo a cientos de mujeres y jóvenes".
Los 15 entrevistados coincidieron en su determinación por volver a Marruecos, Mauritania, Senegal, Malí, Cabo Verde y Suráfrica en cuanto finalice su formación en el exterior. "Todo lo que encuentras en Europa es trabajar con tus manos, no con tu mente", apunta Tamsir Mbale, geógrafo senegalés de 30 años. "Yo prefiero ser libre y contribuir al progreso de mi país, porque perder la esperanza en África es condenarla a que desaparezca. Los jóvenes debemos tomar conciencia de que no se va a construir desde fuera por los extranjeros", concluye.
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