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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Redimensionamiento transfronterizo

Emilio Ontiveros

La intensificación de la competencia global hace años que situó a las empresas con una vocación de esa misma naturaleza en permanente alerta. Una de las piezas básicas de los cada día más efímeros planes estratégicos, la búsqueda de la dimensión optima, dejó de ser un sosegado ejercicio de reflexión anticipatoria para cuestionarse casi a diario, de forma voluntaria, mediante la atención a las oportunidades de adquisición de otras empresas, o como consecuencia de pretensiones de absorción más o menos hostiles de terceros, ya sean competidores directos o fondos de inversión ("private equity" y "hedge funds") especializados en la detección de presas propicias. Pocos sectores quedan al margen de ese continuo cuestionamiento del estatus competitivo y, por ende, de los liderazgos tradicionales.

España no ha quedado al margen de la tendencia. Sus inversiones directas en el exterior, 71.487 millones de euros, crecieron un 113% en 2006

Una de las manifestaciones más explicitas de esa tensión estratégica en torno al tamaño empresarial es el notable incremento de los flujos de inversión extranjera directa (IED) en los últimos años y, dentro de ellos, los que incorporan fusiones y adquisiciones (M&A) transfronterizas. En el seno del conjunto de economías que integran la OCDE estas últimas operaciones se han triplicado desde 2003, pasando a representar más de la mitad de los flujos totales de IED. Las modalidades "greenfield", aquellas inversiones extranjeras destinadas a la creación de una nueva empresa en otro país, son de maduración demasiado lenta para los propósitos de posicionamiento competitivo que hoy obsesionan a muchas empresas multinacionales. Estas prefieren adquirir o integrarse con unidades en funcionamiento, con resultados suficientemente explícitos y, en no pocos casos, atraídas por la incorporación de activos estratégicos de la integrada: tecnología, redes de distribución o marcas. Se impone quemar etapas en esa carrera por la dimensión, tanto más expeditivamente cuanto más relevantes son esas ventajas en la generación de ganancias de productividad, como es el caso de las empresas intensivas en tecnologías de la información y comunicación.

Efectivamente, las fusiones y adquisiciones de empresas transfronterizas son un exponente destacado de esa fiebre inversora de las empresas que apenas confía en los más pausados ritmos del crecimiento orgánico. Son estimuladas por unas condiciones de financiación que, a pesar de las elevaciones de los tipos de interés en algunas economías, siguen favoreciendo el endeudamiento hasta exhibir ratios de apalancamiento sin precedentes. Las condiciones macroeconómicas también son cómplices de esa carrera, el crecimiento económico y el del comercio internacional, así como la extensión de las corrientes liberalizadoras en un número creciente de países.

Pocos sectores quedan al margen de esa oleada de M&A que, según la OCDE, totalizó el año pasado 848.000 millones de dólares, en operaciones en las que la adquirente tenia su domicilio en uno de los treinta países de esa organización. En la primera mitad de este año el valor de esas operaciones ha seguido aumentando, como también lo ha hecho de forma significativa el tamaño medio de las mismas, así como el número de las hostiles. Aunque son las economías avanzadas las que constituyen el origen y el destino de la casi totalidad de este tipo de operaciones (EE UU, Reino Unido y Alemania han sido los tres más importantes en la ultima década), un rasgo a destacar es la incorporación a la larga nomina de adquirentes de multinacionales procedentes de economías menos avanzadas, que centran su atención en presas dentro de esa misma comunidad de países menos desarrollados o directamente entre los que integran la OCDE.

España no ha quedado al margen de esta tendencia. En la general, de aumento de los flujos de inversión directa en el extranjero, ha seguido ocupando una de las posiciones preferentes en esa liga de multinacionales. Con datos del Banco de España, el año pasado esas inversiones aumentaron un 113% hasta alcanzar 71.487 millones de euros, un 7,3% del PIB, frente al 3,7% de 2005. Energía, telecomunicaciones, banca, inmobiliarias, servicios, han incorporado alguna de las más destacadas adquisiciones.

Son posiciones, las que ahora se toman, que, si la gestión y el entorno siguen acompañando, a la larga se acabarán traduciendo en rentas: no solo las estrictamente financieras derivadas de esas inversiones, sino las que permitan otras formas de internacionalización de las producciones españolas y de otras empresas.

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