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Reportaje:

Por el Londres más juguetón

Seis pistas para que los más pequeños se lo pasen en grande

¡Sin parar! Visita a la casa de Sherlock Holmes. Vista del puente que sobrevoló Peter Pan. Audiencia en exclusiva con el rey Enrique VIII, y una parada en la sección de momias del British Museum.

Regent's Park invita a tirarse en la hierba. Entre sus aromas buscamos a Pongo y Perdita, los protagonistas de '101 dálmatas', con escaso éxito, pero nos topamos con alguna que otra ardilla
No hay niño que se resista a cruzar el puente del Milenio, de Norman Foster, y si es corriendo, mejor. Frente a la Tate, en la otra orilla, espera la catedral de Saint Paul

Sorprende que vivamos en Vitoria, Madrid o Sevilla y seamos capaces de pasarlo bien con los niños y, sin embargo, nos parezca complicado irnos a Londres y pasarlo aún mejor. El capítulo de las guías de viajes dedicados a planes con niños deja bastante que desear, y en el caso de Londres no es una excepción. Lo mejor es montárselo por libre. Pasaron los años en los que el avión era un gran problema. Ahora, la oferta es abundante desde todos los puntos de España, y los precios, más que razonables. Los hoteles en Londres siguen siendo caros. Pese a todo, se pueden encontrar muchos con habitaciones familiares para cinco personas, sencillos, limpios y accesibles a muchos bolsillos. Perder un rato en Internet puede ayudar a acomodar la oferta al bolsillo de un turista cargado de críos.

"¿Irás a la noria?". Antes y después del viaje a Londres, y más si has ido con menores, oirás repetir la misma pregunta. El London Eye se ha convertido en una especie de nuevo icono en la orilla del Támesis, pero no es precisamente el mejor plan para los más pequeños. Aunque está bien visitarla (mejor por la tarde, que las colas se reducen prácticamente a la mitad), para los niños va demasiado despacio y sólo da una vuelta. El Londres renovado, especialmente si hace buen tiempo y se puede pasear, ofrece un montón de posibilidades, pero es el Londres tradicional, el viaje que aderezamos con un poco del cuento de la historia y el recuerdo de películas, el mejor.

Las libras se escapan de las manos más deprisa que los euros, y encima valen más. No queda más remedio que elegir y ajustar el tiempo para no arruinarse. Sin embargo, los niños no siempre suponen un gasto extra. Recorrer la ciudad a pie o coger el metro y el autobús es completamente gratis para los menores de 11 años, con la única condición de que el adulto que les acompañe tenga su billete en regla. Con un buen calzado y una mochila para meter un poco de agua, el pack lunch para el mediodía y unos chubasqueros se puede recorrer Londres hasta la hora de la cena.

1 Lo clásico

Niño o adulto, hay visitas inevitables, especialmente si es la primera vez que se va a Londres. El almirante Nelson, vencedor de españoles y franceses en Trafalgar, espera protegido por sus leones, listos para ser cabalgados, en la plaza que rememora la batalla del mismo nombre. El Big Ben, que tan fácilmente sobrevuela Peter Pan, vigilado por la escultura de Winston Churchill, representa el corazón de Westminster y vigila el Parlamento y la abadía, donde hay que explicar a los niños, mientras se pisan las tumbas, que no cabe un muerto más. Entre Westminster y Trafalgar, junto al 10 de Downing Street, la residencia del primer ministro británico, se encuentra el Horse Guard, donde pequeños y mayores pueden disfrutar de la falta de reacción de la guardia real ante las pequeñas provocaciones, y del relevo a las once de la mañana. Con ver los primeros movimientos a caballo es suficiente. Quedarse todo el cambio resulta algo aburrido.

En la Torre de Londres, lugar caro entre los caros, hay que explicar, si uno no se atreve a entrar, que era un lugar terrorífico, de ejecuciones y presidio, y que sus mejores guardianes son los cuervos. Merece la pena, frente a sus muros, tomarse un helado. Los amantes de los instrumentos de tortura y de las joyas deberán pasar por taquilla. Estar junto a la torre lleva a cruzar el puente del mismo nombre, que también nos recuerda algún vuelo de Peter Pan.

2 Sherlock Holmes, Regent's Park y el zoo

Abra el plano del metro y busque la estación de Baker Street. Mire la mejor combinación y, nada más salir, se encontrará con la escultura del famoso detective Sherlock Holmes. A pocos metros de la estación se encuentra el 221 B de Baker Street, lugar en el que nunca vivió el detective creado por sir Arthur Conan Doyle. En sus bajos tampoco habitó el ratón superdetective Basil, creado por Disney como un replicante de Holmes. Sin embargo, un falso policía presta el gorro y la pipa de Holmes y el bombín de su fiel ayudante, el doctor Watson, a todo el que se quiera retratar ante la puerta del investigador privado más famoso del mundo.

De la casa de Holmes a Regent's Park no hay más de 50 metros. Ir al zoo nos permite atravesar de lado a lado uno de los parques más deliciosos de Londres, que invita a tirarse en la hierba. Entre sus aromas buscamos a Pongo y Perdita, los protagonistas de 101 dálmatas, con escaso éxito, pero nos topamos con alguna que otra ardilla. El paseo cruzando el parque, que es un lujo interminable, nos lleva hasta el zoo, en el extremo contrario. Los menores de tres años entran gratis en un recinto que tiene un toque decadente. A las exhibiciones habituales se suman varios encantos particulares: el dragón de Komodo, la escultura del oso que inspiró el personaje infantil Winnie the Pooh, una granja con pequeños mamíferos británicos y un recinto de gorilas completamente renovado.

3 El Museo de Ciencias Naturales y Hyde Park

¿Quién ha dicho que los museos son aburridos? Un edificio victoriano acoge en South Kensington desde una ballena azul hasta un Tiranosaurus rex, cientos de mamíferos y aves disecados, o una rodaja de secuoya gigante. Los niños tienen una especie de don para los bichos, y te encuentras con que son ellos los que te presentan a algunos animales o te hacen notar la diferencia entre felinos aparentemente iguales. Atravesar la tierra en una escalera mecánica o hacerse fotos entre esqueletos de dinosaurios suspendidos hace que el tiempo pase rápido en un museo que parece salido de una película clásica. La actividad infantil y el cansancio de los padres o acompañantes quedan perfectamente deformados en la sala de los espejos cóncavos y convexos, donde unos y otros, empujándose con el resto de los visitantes, disfrutan de un cambio de aspecto sin necesidad de cirugía.

Pero visitar un museo siempre cansa, y probablemente no haya mejor sitio para comer que Hyde Park, tirado en la hierba o en una de las muchas hamacas que rodean el estanque, The Serpentine.

4 Hampton Court

No hay niño que se resista a cambiar unas palabras con Enrique VIII, sobre todo cuando descubren su afición a romper matrimonios por dos vías: divorcio y decapitación. Mientras, los padres pueden babear al ver que la criatura ha sido capaz de aprender en el colegio algo de inglés. Cada media hora, desde la estación de Waterloo, y con parada en Vauxhall, sale un tren en dirección a Hampton Court. Al cruzar el Támesis se puede ver el castillo de Enrique VIII. Merece la pena sacar la entrada completa. La parte vieja está viva. En las cocinas preparan liebres de los jardines y otras viandas unos cocineros ataviados como en el siglo XVI. El mismísimo Enrique VIII recibe en audiencia a los visitantes en uno de los salones reales y responde a sus preguntas, previa reverencia a su majestad. Los niños se lanzan más que los padres.

Pero el plato fuerte infantil del castillo es el laberinto vegetal, donde uno se pierde sin dificultad antes de encontrar el centro. Lo malo, o lo bueno, es que hay dos salidas, la fácil y la que permite volver a perderse. Cuidado con dejar solos a los más pequeños, que se pueden desorientar. Los jardines de Hampton Court, con sus cisnes, su césped sin una sola mala hierba y sus perfectos setos, ofrecen la posibilidad del descanso o del juego. Se permiten los balones, y la presencia de niños locales puede favorecer un encuentro internacional de fútbol mientras los padres dormitan en la hierba.

5 Saint Paul's Cathedral y las dos orillas

Londres es una ciudad que mira al río. Es difícil elegir una orilla para pasear y siempre queda la posibilidad de coger un barquito en Westminster o el London Eye hasta la Torre de Londres. Aun así, es recomendable el ejercicio. Los niños logran descargar parte de su energía inagotable y permite disfrutar de algunos rincones. Del Ayuntamiento proyectado por Norman Foster al London Eye, sencillamente es recomendable pasear y toparse con el HMS Belfast -un buque de guerra que dejó la actividad en 1953, tras la guerra de Corea-, con un galeón en un dique o con la Tate Modern. Llegar a este centro de arte contemporáneo puede provocar algún "¡Uff, un museo!". Hay que atajar rápido cualquier indicio de rebelión, y lo mejor es una visita rápida al espacio vacío del museo, la denominada Sala de Turbinas, y explicar que en ese edificio se fabricaba electricidad.

No hay ningún niño que se resista a cruzar el puente del Milenio, de Norman Foster, y si es corriendo, mejor. Frente a la Tate, en la otra orilla, espera la catedral de Saint Paul, con los correspondientes muertos ilustres en su cripta. Pero no son las tumbas lo que más satisface a los pequeños. Lo que les pone es subir escaleras. Llegar a la galería de los susurros e intentar comunicarse, con escaso éxito, según cuenta cualquier guía, es sólo la primera etapa. Hay que subir a lo más alto por un laberinto de escaleras, ya al final metálicas, desde donde con la ayuda del vértigo se puede observar toda la ciudad. Con los pies en tierra firme se presentan dos opciones. La primera nos lleva por la orilla de la City hasta Westminster, en un paseo menos transitado que merece la pena. La segunda nos lleva de vuelta al South Bank con un único objetivo: llegar a Gabriel's Wharf, donde los pequeños juegan entre las múltiples esculturas de madera, a las que se pueden subir sin problemas. Esta plaza con tiendecitas, que se salvó de la especulación inmobiliaria gracias al apoyo vecinal, es un lugar perfecto para tomarse un té, un café o un refresco. Los más animados pueden aprovechar y andar unos metros más para hacer la inevitable visita al London Eye.

6 Pequeñas pistas

La sexta recomendación consiste en algunas pequeñas ideas que hacen disfrutar a los pequeños. Coger un autobús de dos pisos y, por supuesto, ir en la parte de arriba. Todavía circulan por el centro algunos viejos Routemasters, los históricos autobuses londinenses con acceso trasero. Montarse en el tiovivo de Covent Garden de noche tiene un toque especial, con las luces y el mercado de fondo. Ir a la juguetería Hamleys en Regent Street y aprovechar que no sólo dejan jugar, sino que animan a hacerlo. Un aviso, siempre se acaba comprando algo. Acercarse a ver las momias y los frisos del Partenón del Museo Británico. No hace falta pasar mucho rato y es un éxito seguro. Cenar en Chinatown, cerca de Leicester Square, en uno de los múltiples locales. Se aconseja pillar una mesa redonda con plato giratorio. Otra opción de cena infantil es un buen fish and chips, donde adentrar a los niños en el poder culinario del vinagre de malta, o uno de los múltiples restaurantes italianos de Londres. Y, por supuesto, disfrutar de la hierba. No sólo está bien cuidada, sino que también se puede pisar, un lujo al que no está acostumbrado el español medio. Si se viaja con un menor de cinco años, es recomendable llevar una silla de paraguas para evitar los agotamientos súbitos. Además, sirve de cómodo portatrastos.

Una foto frente al Museo de Sherlock Holmes, con el gorro del detective y el bombín del doctor Watson incluidos.
Una foto frente al Museo de Sherlock Holmes, con el gorro del detective y el bombín del doctor Watson incluidos.P. GÓMEZ DAMBORENEA
Enrique VIII recibe a los niños en uno de los salones del castillo de Hampton Court. Tras la audiencia, en el parque espera el divertido laberinto vegetal.
Enrique VIII recibe a los niños en uno de los salones del castillo de Hampton Court. Tras la audiencia, en el parque espera el divertido laberinto vegetal.PEDRO GÓMEZ DAMBORENEA
Hyde Park es un espacio ideal para descansar o comer sentados en la hierba o en una de las muchas hamacas que rodean el estanque.
Hyde Park es un espacio ideal para descansar o comer sentados en la hierba o en una de las muchas hamacas que rodean el estanque.P. G. D.

GUÍA PRÁCTICA

Dormir- Turismo de Londres (www.visitlondon.com) propone alojamientos para familias, por ejemplo: Fraser Place Queen's Gate (0044 20 79 69 35 55). 39B Queens Gate Gardens), con apartamentos por unos 200 euros. O el hotel Rushmore (0044 20 73 70 38 39; 11 Trebovir Road), habitaciones familiares, con desayuno, 116 euros.Visitas- London Eye (www.londoneye.com). Adultos, 22,15 euros; niños de 5 a 15 años, 11,10 euros. De junio a septiembre funciona de 10.00 a 21.00.- Castillo de Hampton Court (www.hamptoncourt.org.uk). Adultos, 19,25 euros; niños hasta 16 años, 9,60 euros; dos adultos y tres niños, 53.- Tate Modern (www.tate.org.uk). Bankside. Entrada gratuita.- British Museum (www.thebritishmuseum.ac.uk). Great Russell Street. Gratuito.- Museo de Ciencias (www.sciencemuseum.org.uk). Exhibition Road. South Kensington. Precio: 11,80 euros; niños, 8,90.- Museo de Sherlock Holmes (www.sherlock-holmes.co.uk). 221b Baker Street. Adultos, 8,90; niños, 5,90.- Zoo de Londres (www.zsl.org). Regent's Park. Adultos, 21,50; niños de 3 a 15 años, 16,30; familiar, 71,80.Información- www.visitlondon.com tiene un amplio apartado dedicado a familias.- Turismo Británico en España (www.visitbritain.es; 902 17 11 81).

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