"Me habría gustado ser mi entrenador"
Hugo Sánchez, técnico de México, pone sus vídeos a los jugadores "para que sepan quién les dirige"
"¿Cómo me gustaría que fuese mi técnico si yo fuese jugador?", se pregunta Hugo Sánchez (Ciudad de México, 49 años). El seleccionador mexicano, que hoy (23.00, Canal + y Canal + Fútbol) se juega ante Uruguay el tercer puesto de la Copa América, cena bajo un conjunto de palmeras en el Caribe. En la mesa contigua, Cuauhtemoc Blanco, el capitán, da cuenta de una carne mechada. Más allá, las periodistas de Televisa hacen vida social con la madre de Hugo y las esposas de los jugadores. La atmósfera es casi festiva. Hugo se hace la pregunta y se vuelve a sus jugadores: "Podemos entrenar por la mañana, por la tarde, o podemos dormir. Lo tengo que decidir yo, pero prefiero que lo decidan ustedes. ¿Quieren dormir? Vale".
Tras un momento de perplejidad, los muchachos responden. Y Hugo explica su método: "Si yo hubiera sido jugador, me gustaría que mi técnico hiciera lo que yo hago. Yo estimulo la libertad. Quiero que se sientan como en casa. Que decidan por ellos mismos. Que se responsabilicen. Así se comprometen. Cuando hay compromiso hay lealtad. Y la lealtad es una fuerza poderosa. A veces pienso: ¡Cómo me habría gustado ser mi entrenador cuando era jugador!".
El seleccionador parece taciturno. Ensimismado, tal vez reflexionando sobre la encrucijada de su equipo, que se incorporó tarde a la historia del fútbol. Hugo siente que ha sido elegido por el destino para comandar una empresa trascendental. Tras hacer un buen torneo, México cayó ante Argentina en semifinales. Hoy se enfrenta a Uruguay, una de las naciones con más trayectoria. Lo que se dirime es mucho más que el tercer puesto de la Copa América. Desde el debut de México en el campeonato, con Hugo Sánchez como delantero, en 1993, la selección ha conseguido dos terceros puestos y dos segundos en seis ediciones. México empuja fuerte para romper la tradición. Hoy puede dar un gran salto.
Hugo detesta hablar de táctica. Su predecesor, Ricardo Lavolpe, era un entrenador minucioso con detalles mecánicos. Hugo prefiere arreglarlo todo hablando de hombre a hombre. Y cuando las palabras no son suficientes, echa mano al vídeo. "Ellos primero me admiran", dice de los futbolistas; "y por la admiración me respetan. Y de la admiración al respeto luego vienen las referencias. Y las referencias son muchas y muy fuertes. Yo les digo cosas y les comento cosas. Les cuento anécdotas o vivencias que he tenido. Y muchas veces, cuando lo creo conveniente, les pongo un vídeo mío para que aquellos que no me han visto mucho como jugador sepan quién fui. Les pongo el vídeo sin estar presente, sino estando un asistente técnico mío, para que ellos sepan quién los está dirigiendo. Y para aquellos que ya me vieron, pues recordarles quién los está dirigiendo".
El técnico machaca a la tropa con sus goles a un toque en la época de la Quinta de los Machos. Explica: "Si yo les digo: 'Es por aquí, hay que hacer esto', empleo una frase que en México se está convirtiendo en una referencia: '¡Háganme caso, cabrones!'. Significa que si les digo las cosas es por algo. Porque si ellos me dicen: '¿Cómo me dices que haga esto? ¿Y tú? ¡Tendrías que haberlo hecho tú!'. Entonces yo les digo: 'Ya lo hice".
Hugo carga con el peso que haga falta. No se siente aplastado. "Es mi forma de ser y de vivir", explica. Sus padres le inculcaron la competitividad y él ha llevado la consigna al paroxismo. Metido en la lucha por destacar, en su país algunos le llaman Ego Sánchez.
"A los ocho años", recuerda, "mi padre me puso sobre sus rodillas y presumió ante sus compadres: '¿Saben quién va a ser este niño? Va a ser el mejor futbolista de México'. Yo sentí que no le podía defraudar. Mi madre fue el complemento. Me dijo: 'Tienes que ser el mejor hijo, el mejor alumno, el mejor hermano, el mejor novio, el mejor compañero, el mejor dentista, el mejor amante, el mejor director técnico del mundo...'. Ésa fue la educación de mi madre".
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