Diez años ya

El tiempo pasa rápido, mejorando unas cosas y empeorando otras. Hace ya diez años que en este país se vivió uno de los impactos emocionales más grandes de su reciente historia. El secuestro y posterior asesinato del joven concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco concitó en España la más espectacular reacción que habíamos vivido contra el terrorismo. La especial crueldad de este crimen a cámara lenta despertó en todos los españoles de bien una indignación más allá de lo soportable. Por eso, la calle fue una impresionante manifestación de rebelión cívica contra las atrocidades que los terroristas imponían a toda una sociedad, ya absoluta y dolorosamente harta de tanto chantaje y tanto dolor. Aquellas horas en que todos nos sentimos doloridos, indignados, pero a la vez confortados en la unión de todos contra el enemigo único, marcaron un antes y un después en la forma de enfrentarse al terrorismo de la ciudadanía. Al alma de esta democrática rebeldía se la llamó el espíritu de Ermua y nos hizo sentir fuertes ante la barbarie.

Hoy, diez años más tarde, las cosas han cambiado, el enemigo sigue siendo el mismo, está enfrente, amenazador y cruel como entonces, pero la otra parte, el alto muro que los demócratas alzaron en aquellos días, está resquebrajado, ya no es tan sólido, está dividido. Lo hemos podido comprobar en las manifestaciones que para conmemorar la fecha de la muerte de Miguel Ángel se han celebrado en Ermua. Se han hecho diferentes actos, y no todos han asistido a uno o a otro. Ya hay matices de división que debilitan nuestra fuerza contra el terrorismo. Lamentable, muy lamentable.