Furor negro
España vive un boom de novela negra y policiaca. Se publican libros para todos los gustos, con dos tendencias claras: las novelas más negras y duras, ésas que casi provocan dolor de estómago, y las que, con todos los ingredientes del género, van de buen rollo y te dejan buen cuerpo.
Dura y sin concesiones es La bestia (Planeta), de los suecos Anders Roslund y Börge Hellström. A partir de un psicópata salvaje que viola, destroza y asesina niñas, los autores cuestionan el sistema policial, judicial y penitenciario sueco, aunque, evidentemente, el tema y el enfoque son universales.
El irlandés John Connolly, que ambienta sus historias en Estados Unidos, no les anda a la zaga. En El ángel negro (Tusquets), con la excusa de la desaparición y asesinato de prostitutas, vuelve a uno de sus temas recurrentes: las sectas, la eterna lucha entre el bien y el mal, y la violencia en estado puro. Un ejemplo más, el estadounidense Harlan Coben, empeñado como siempre en destrozar el sueño americano. En La promesa (RBA), convierte en un infierno una aparentemente tranquila comunidad cercana a Nueva York. Desaparecen dos chicas justo cuando acaban de cumplir 18 años. ¿Se han fugado? ¿Han sido secuestradas? Los padres y los profesores se ponen muy nerviosos, y todos o casi van armados. Coben aprovecha también para poner en cuarentena el sistema de acceso a las universidades.
En el lado del buen rollo vale la pena destacar a la francesa Fred Vargas. En Sin hogar ni lugar (Siruela), volvemos a encontrarnos con el Alemán y sus impagables amigos, que le ayudan a proclamar la inocencia de un muchacho perseguido por matar a dos mujeres. Muy original es también Las ovejas de Glennkill (Salamandra), primera novela de Leonie Swann, en la que un rebaño de ovejas se encarga de resolver la misteriosa y violenta muerte de su pastor. Es un claro homenaje a Agatha Christie. Y entre uno y otros, el que quizá será el novelón del verano: Así vuela el cuervo (Lumen), de la canadiense Anne-Marie MacDonald. Más de mil páginas en las que pasa de todo: una niña muerta, otras que sufren abusos, la vida en una base militar, el club de las esposas, el recuerdo de la II Guerra Mundial, la crisis de los misiles en Cuba, la guerra fría, misteriosos espías...
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.