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Reportaje:MÚSICA

Rock sin Botox

Calamaro y Fito Cabrales atacan con furia sus repertorios cruzados

Quién se lo iba a decir. A mediados de los noventa, en un sudoroso tugurio de Bilbao, un tipo de 1,65 metros llamado Fito Cabrales miraba boquiabierto la actuación de la banda del momento, Los Rodríguez, en la que estaba Andrés Calamaro. Es viernes 6 de julio. Fito aporrea nervioso la barandilla de hierro que rodea el palco del estadio Juan de la Cierva, en Getafe. A pocos metros de él, en el camerino, está Calamaro. Sólo falta media hora para que empiece el primer concierto de la gira Dos son multitud -un invento de "hermanamiento del rock and roll"- con la que recorrerán España.

Con un público de 18.000 personas y un retraso de 45 minutos, Fito, bilbaíno de 41 años, gorra de chulapo, patillas largas y camiseta estrecha, y Calamaro, porteño de 46, gafas de sol, pelo a lo Bob Dylan y camisa negra, caminan juntos y serios hacia el escenario. Se miran tras haberse dado un fuerte apretón de manos. Suerte y al toro. El mismo ritual se repetirá todos los sábados de julio (el 14, en Benidorm; el 21, en Santiago de Compostela, y el 28, en Barcelona). Cada concierto durará cuatro horas. Un comienzo juntos, un bloque de Calamaro solo, otro de Fito y fin de fiesta conjunta.

Hace casi treinta grados cuando suena A los ojos, de Los Rodríguez. Juntos sobre el escenario son una superbanda, rotunda, rockera y guitarrera. Fito sonríe cuando mira a Andrés. Éste, tras años de miedo escénico, vuelve a enfrentarse al público tocando la guitarra y a veces -¡oh, sorpresa!- micrófono en mano bailando una mezcla de Sid Vicious, Frank Sinatra, Elvis y Chiquito de la Calzada.

"Tengo que hacer un llamamiento a los amigos de Canal +", aúlla Calamaro. "Por favor, que pongan los partidos de la selección argentina, que no los puedo ver desde el hotel". Aprovecha también para hacer el primer disparo de una dulce batalla contra la otra gran gira conjunta del verano. "Hemos estado buscando Botox [terapia antienvejecimiento], pero está agotado. Sabina y Serrat se han quedado con todo".

Calamaro ataca su repertorio con furia. Fito, en el palco de honor, mueve el pie. Una hora después suena Paloma y Fito sube las escaleras con una cámara de vídeo (la gira saldrá en DVD). Abrazos, besos y relevo: "Fito, Getafe es tuyo". Y lo fue: Fito, un desconocido para el gran público hace sólo tres años, es el que más polvareda levanta. Vive su momento más dulce, sus canciones suenan mucho por la radio y las primeras filas se llenan de jóvenes que bailan y corean hasta las comas. Como una lagartija adicta al swing, Fito pone caras, fuma, corre y, tras una hora de repertorio propio, recibe a Calamaro. Vuelve la tormenta de guitarras y el fin de fiesta con una juguetona Me arde, de Calamaro, y guiños al Dead Flowes, de los Stones. Una intensa Alta suciedad acaba con el primer concierto de la gira más rockera del verano. Los dos protagonistas bailan cancán sobre el escenario.

El viernes no hubo juerga en los camerinos, pero ayer sábado en el segundo concierto, un hotel de Getafe sirvió para acoger la actualización del clásico lema: amigos, copas y rock and roll.

Calamaro y Fito Cabrales, en Getafe.
Calamaro y Fito Cabrales, en Getafe.EFE

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