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Reportaje:ESCAPADAS

Un campus para sentirse joven

Hiedra y ladrillo en un paseo por la Universidad de Harvard, a las afueras de Boston

Andrés Barba

Se respira el nombre de sus estudiantes célebres, que en su juventud y su entusiasmo pensaron que "todas las cosas excelentes de este mundo pueden ser compradas a un precio modesto".

En la confluencia de Massachusetts Avenue, Brattle Street y la hoy conocida como John F. Kennedy Street palpita el corazón de Harvard Square, la entrada a la Universidad de Harvard. "La plaza era estrecha, pero vibrante", así la describe Henry James cuando viaja hasta allí para visitar a su hermano y filósofo William James en 1905; "por sus dimensiones no parecía haber sido concebida muy inteligentemente y, sin embargo, se respiraba en ella un futuro brillante. Los estudiantes conversaban animados, seguros de sus amplias carreras, inconscientes y entusiastas, como si todas las cosas excelentes de este mundo pudieran ser compradas a un precio modesto". (¿Acaso hay una definición más hermosa de la juventud?).

Hoy, la plaza responde a la misma descripción: es suelo enladrillado, el aire entusiasta, pero ahora está llena de cantantes callejeros, colmada por el bullicio estudiantil del barrio anejo a la universidad. Si bien es cierto que todas las universidades tienen algo en común, también lo es que, como las familias desdichadas de Tolstói, hay algunas que lo son específicamente a su manera. Desde Harvard Square se respira premonitoriamente el nombre de los múltiples estudiantes célebres que hacen que más de uno entre en la universidad con un respeto más que reverencial: desde Bill Gates (que no llegó a graduarse) hasta JFK o Roosevelt; desde Leonard Bernstein, T. S. Eliot, E. E. Cummings, Wallace Stevens, Henry Kissinger, John Dos Passos, Eugene O'Neill... hasta magnates del periodismo como Randolph Hearst (que fue expulsado), Emerson o Thoreau, y hasta actores como Jack Lemmon, todos fueron jóvenes aquí, y entusiastas. Y todos fueron como Henry James los describió.

El poema más hermoso

El Harvard Yard, al que se accede desde la plaza, impone su propio silencio. Junto a los edificios-dormitorios y los de clases, en este centro del campus, el más antiguo de la universidad, se ha erigido una estatua al clérigo que le dio su nombre al donar su biblioteca privada al college originario, que fue fundado en 1636.

Casi cómicamente serio, John Harvard mira hacia el mismo campus en el que T. S. Eliot tomó las primeras notas de lo que Ezra Pound llamaría luego "el poema de amor más hermoso escrito en lengua inglesa". La canción de amor de Alfred J. Prufrock: "Y de verdad habrá tiempo / para el humo amarillo que se expande en la calle / y se rasca la espalda en las ventanas. / Habrá tiempo, habrá tiempo / para componer un rostro con el que encarar los rostros que te encaren; / tiempo para asesinar y tiempo para crear, / y tiempo para todos los trabajos y días de esas manos / que alzan y dejan caer en tu plato una pregunta. / Tiempo para ti y tiempo para mí".

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Un joven describe el amor del viejo, del que se hace viejo, como se hacen viejos -con esa vejez que nunca le es propia a Estados Unidos- los edificios coloniales que componen el campus, los dormitorios, con esa vejez un poco prematura de los estudiantes demasiado brillantes, demasiado lúcidos, casi jóvenes a su pesar. "Me gusta mi cuerpo cuando entra en tu cuerpo. Tan tranquilo y sereno como una cosa recién comprada", responde otro alumno aventajado: Cummings.

A pesar de que se puedan visitar algunos museos magníficos en el campus, como el Fogg Art o el Bus-Reisinger, estos patios están hechos para ser paseados. La hiedra y el ladrillo le dan el toque de la Nueva Inglaterra que siempre será nueva, a pesar de ser vieja a nuestra mirada occidental. Y susurramos, como Eliot: "Habrá tiempo en verdad / para preguntarse: ¿me atrevo? Y luego, otra vez: ¿me atrevo?".

Diálogos de Sócrates

Se es joven siempre en Harvard, con la misma fuerza con que son jóvenes los diálogos de Sócrates. El filósofo y ensayista Thoreau recuerda aquí, junto a la antigua biblioteca, una conversación memorable con un profesor: "Si es un deber hacer algo, es un deber ser algo', me dijo. '¿Entiendes?'. 'A gran distancia', contesté yo. Entonces él replicó: 'Es un deber ser lo que uno es capaz de ser: serlo con plenitud y eficiencia, aceptarlo, asumirlo, abrazarlo: eso es el ideal de conducta; en eso consiste la vida". En el aire del campus de Harvard vibra siempre la emoción de quienes serían grandes en el futuro, pero fueron aquí sólo jóvenes que aún no sabían qué hacer para vivir.

Al salir de nuevo de la universidad, y tomando John F. Kennedy Street en dirección hacia el río, van quedando a la izquierda otras muchas construcciones históricas de la universidad: desde Adams House (en honor de otro estudiante egregio, John Adams, segundo presidente de Estados Unidos), Quincy House, Lowell House, muchas de ellas ocupadas todavía hoy por estudiantes y otras dependencias de la universidad.

Las tiendas de libreros de viejo se suceden la una a la otra, la vida real vuelve a ocuparlo todo en contraposición a esa vida embrionaria y silenciosa de la universidad, calles alegres "donde los dedos hacen flores de todas las cosas" (Cummings de nuevo), hasta llegar al impresionante parque JFK, con su fantástica vista al caudal más extenso del río Charles. Un río -tal vez no podía ser de otro modo- con nombre de persona.

También allí se sentó un triste Dámaso Alonso en 1954, confundido por la vida: "Yo me senté en tu orilla: / quería preguntarme, preguntarte, tu secreto: / por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives. / Dímelo, río, / y dime, di, por qué te llaman Carlos".

La piedad no la conciben los ríos, y menos aún con quienes se acercan tristes a ellos para preguntarles por la razón de su nombre. Carlos, Charles, como es lógico, no contestó nada a Dámaso.

Andrés Barba (Madrid, 1975) es autor de Versiones de Teresa (Anagrama) y coautor de La ceremonia del porno, premio Anagrama de Ensayo 2007.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir- Spanair (www.spanair.com; 902 13 14 15) vuela a Boston (con una escala) desde Madrid y Barcelona, ida y vuelta, desde 500 euros, tasas y gastos incluidos.- US Airways (www.usairways.com) ofrece vuelos (con una escala) a Boston desde Madrid, a partir de 533,52 euros, precio final. Desde Barcelona, 488,52 euros.- Iberia (www.iberia.com; 902 40 05 00) vuela a Boston desde Madrid y Barcelona (con una escala), ida y vuelta, a partir de 547,91, todo incluido.Visitas - Parque JFK. 95 JFK Street. La entrada es gratuita.- Lowell House (617 742 22 65). Martha Road, 65.- Quincy House (001 617 786 96 87). Thomas E. Burgin Parkway, 191.- Harvard University Art Museums (001 617 495 94 00; www.harvard.edu). Busch-Reisinger Museum(Prescott Street); Fogg Art Museum (Quincy Street, 32) y Sackler Museum (Broadway, 485). Horario para todos: de lunes a sábado, de 10.00 a 17.00; domingos, de 13.00 a 17.00. Entrada: 6,50 euros; estudiantes: 8 euros.Información- Oficina de turismo de Boston (001 617 635 39 11; www.cityofboston.gov).- www.bostonusa.com.

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