"La violencia machista nos iguala"
Bogaletch Gebre, activista etíope contra la ablación, equipara África con Occidente en el maltrato a las mujeres
Bogaletch Gebre (Etiopía, 1950) lloró cuando a los 14 años sufrió la mutilación de sus genitales. 40 años después, sus lágrimas volvieron a saltar de sus ojos negros en una cafetería de Valencia. Recordó aquella escena que marcó su vida para explicar el sufrimiento del 89% de mujeres de su país que aún siguen siendo privadas de su dignidad. En 1997 volvió a su región natal desde EE UU, donde tuvo la oportunidad excepcional de formarse. Fundó el Centro de Ayuda a las Mujeres de Kembatta que, desde entonces, trata de erradicar la ablación de la tradición etíope. En siete de los ocho distritos donde trabaja la institución de Gebre ya no se practica.
"Ojalá pudiera evitar que esto pasara", le dijo su madre al ejecutar su ablación. 'Boge', de 14 años, superó el dolor, tal y como la enseñaron
"Cuando compruebo que la principal causa de muerte femenina en EE UU y Canadá es la violencia doméstica, me pregunto: ¿están las mujeres mejor en Occidente? Y digo: sí pero, a la vez, estamos igual. "Veo que vosotras podéis formaros, ganar dinero y elegir a vuestro marido y creo que estáis mejor", dice a las periodistas. "Después veo que sólo el 3% de los puestos directivos están ocupados por mujeres", añade. "Sólo avanzaremos cuando las leyes de igualdad las creemos las propias mujeres", sentencia.
"Ojalá pudiera evitar que esto pasara", le dijo su madre al ejecutar su trágica ablación. La adolescente Boge superó el dolor, tal y como le habían enseñado desde que nació. "Quería sentirme mujer. En mi comunidad, existía la falsa creencia de que la mutilación es el camino de la pureza hacia el matrimonio. Es cierto que la practican las mujeres, como guardianes de la tradición, pero detrás está la responsabilidad del hombre que lo exige para sus mujeres", explica con voz dulce esta mujer que imprime a sus palabras en inglés la fuerza femenina de todo su continente.
Hoy recibe el VI premio de la Fundación por la Justicia de manos de Nurhajam Begum, directora general del Banco Grameen, premiado con el Nobel de la Paz en 2006 por el sistema de microcréditos contra la pobreza en India y presidenta del jurado. "Nosotros le dimos antes el premio que esos del Nobel", comentó ayer, entre risas, José María Tomás, presidente de la fundación.
La labor de Gebre está marcada por el espíritu de lucha que ha caracterizado su vida. Cuando era niña escondía la garrafa vacía de agua para ir a la escuela. Su padre no aprobaba que su hija dedicase su vida a algo diferente del resto de mujeres africanas. El 54% de las tareas agrícolas y el 100% de las domésticas son labores femeninas en África. "Los africanos sobreviven gracias a sus mujeres", explica. Pero Boge consiguió una beca estatal para estudiar secundaria y el nombre de su padre comenzó a ser conocido en el pueblo sureño de Durame. "Se sintió orgulloso, pero habría preferido que yo hubiese sido mi hermano mayor", rememoró. Gebre obtuvo la oportunidad de formarse en el extranjero, en Israel y EE UU, donde encontró la motivación para volver, "cambiar la sociedad" en la que creció y "recuperar" su dignidad como mujer. "Una amiga de la Universidad, en California, me preguntó si estaba mutilada. Le dije que sí y lo criticó con dureza. En ese momento me enfadé con ella. Lo consideré una intromisión en mi cultura y mis tradiciones. Pero fue ella la que me ayudó a comprender lo que me había perdido como mujer", explica Bogaletch, que llegó a perder dos hermanas por la mutilación genital. Gebre volvió a Etiopía para combatir la ignorancia de su sociedad. "No saben leer ni escribir, pero son sabias. Saben lo que es bueno y malo para sus hijas, pero necesitan ayuda y educación", reclama. "Provengo de la misma cultura y religión que el resto de mujeres etíopes, pero a mí me dieron la oportunidad de cambiar", destaca. Gebre insiste en la separación entre la religión islámica y la práctica de la mutilación. "Nadie hace daño a sus hijas desde la cultura, lo que pasa es que la violencia contra las mujeres está aceptada en África desde que nacen", señala.
La ablación es ilegal en su país pero sólo es penada con una multa de 40 euros y tres meses de arresto domiciliario. "En las zonas rurales es incontrolable. Allí no conocen cuáles son sus derechos y sus deberes. Y seguirá siendo así mientras no formemos a policías, jueces, fiscales, ancianos, jóvenes, padres y madres", lamenta. Para conseguir sus objetivos, apuesta por la cooperación internacional. "Me gustaría agradecer al gobierno español la conferencia de mujeres africanas y europeas que organizó el pasado marzo", dijo Gebre en referencia a la célebre reunión en la que Eduardo Zaplana, portavoz del PP, criticó a la vicepresidenta, Teresa Fernández de la Vega, "por disfrazarse".
"Está bien que los españoles perciban que los problemas de los africanos deben solucionarse desde sus países para que no se conviertan en problemas de los españoles", opinó en referencia a la inmigración. Gebre invocó al "movimiento global contra el apartheid femenino". "Espero que no pasen 100 años para verlo cumplido", imploró.
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