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Columna
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Se aproxima el cataclismo

Los paisajes de la inmensa pradera se pierden en un cielo negro tormentoso, rasgado por brochazos de luz amarilla, creando una atmósfera que perturba el ánimo más aguerrido y prevé la más grande de las calamidades. Las marmotas, las ratas, los coyotes, desaparecidos y escondidos en sus madrigueras, confirman los malos augurios que las señales del firmamento anuncian. El cansino paso del viejo jumento de este anciano indio de la pradera, KyanoPanwa -cuyo nombre significa aquel que creía haberlo visto todo a pesar de su ceguera- le permite observar la enorme urna oscura celestial que le envuelve, y se asusta porque las señales van anunciando un nuevo cataclismo. El Big Bang se acerca y el viejo indio de la pradera espolea a su cansina cabalgadura para llegar a tiempo al suelo sagrado de los antepasados muertos y disponerse a yacer en él antes del gran estallido.

Las señales anuncian que parece que el PNV se va a romper de nuevo. No siempre el ejercicio del poder lo es todo. La vieja canción ya lo decía, todos queremos más, y las ansias ideales no se sacian con cosas reales por muchos ceros adosados que lleven. Ese ha sido el problema de los que no se conforman con la pradera, pero ha habido más: el baile entre el arrano beltza y el águila al paso alegre de la paz ha dejado sin espacio en el aire al azor que anida en Sabin Etxea, y el salmo sagrado de "qué mal hay en ello" quedó superado en instancias superiores por una optimista gran marcha hacia un horizonte sin límites y felicidad. La pérdida de gestión en el anhelado asunto de la paz, tema central de todo discurso de reina de la belleza que se precie, le quitó atractivo al PNV, y si el PSN gobierna el Viejo Reino con el apoyo de Nafarroa Bai, el salto hacia lo desconocido se ha dado ya. Todos juntos, reunificados, bajo otra supremacía.

Había conocido el viejo indio de la pradera otra crisis cuando salió del Gobierno vasco Carlos Garikoetxea empujado por aquel gran jefe, el de la voz tronante, aquel que hasta llegó a declamar el famoso discurso del Arriaga. Ahora el gran jefe de la voz tronante ha bajado a formar parte de la partida de merodeadores roba gallinas haciendo de hechicero, sin titulación para ello, con un par de maracas y clamando por las posiciones más duras frente al moderado Imaz, el fino y elegante Llanero Solitario que por usar sólo usa balas de plata. El problema es que se le puede atribuir al moderado discurso de Imaz, y a la compañía de un PSOE franciscanamente pacificador, desconocedor de la suerte desafortunada de los que se meten a fraticelli -los austriacos les cortaban la cabeza, empezando por uno de nombre Arnaldo, para aclarar: Arnaldo de Brescia-, los peores resultados del PNV. Eso es lo que va a producir que el cielo se abra y el fin del mundo llegue: el PNV se va a romper.

Y es que, tras el proceso de paz, verle en un fotomontaje a Azkuna acompañado por Elorza y Lazcoz, no era verle acompañado, era más bien verle rodeado, como los malos toreros, por la pareja de guardias, y daba mucho que pensar, porque es como la caída de los dioses en versión de Guridi. Y que se haya perdido la presidencia de la Juntas Generales de Guipúzcoa por el graznar de las urracas puede ser entendido como el principio del fin. Y que se le tenga que dar a EA Hacienda en Guipúzcoa cierra el círculo del desmoronamiento. Se acaba la prolongada hegemonía jelkide y el futuro puede deparar cualquier cosa, por mucho que se nos sermonee que los vascos tenemos que decidir cuando el que nos decide es él.

Ya el partido no es el PNV, no es la columna vertebral que se creyera como en su día también lo fue CiU en Cataluña y hoy no lo es. Todo se desmorona, pero no sabemos hacía donde nos dirige el futuro. Se nos promete tiempos duros, no es de extrañar que todo el pueblo esté en marcha sin saber hacia donde.

Tiempos nuevos abiertos porque demasiados son los estandartes de paz y de diálogo para que no causen las mejores guerras intestinas. El enroque del PSOE en el Gobierno negociando con ETA y hablando de paz, como si el mismísimo PNV fuera, ha cambiado el orbe girando la tierra al revés. Y la paz, cuan una gran tormenta, va estallar en la pradera, destrozando a sus aborígenes que en ella existieron desde los tiempos de los tiempos. Hasta puede darse la posibilidad que arroje de Ajuria Enea, por mucha promesa de Ibarretxe por reeditar el tripartito, la Euskadi virtual que entre todos hemos levantado. Es decir, el PNV se rompe y los tiempos desaparecerán de la tierra.

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