Del fusil al 'funky'
La seguridad que rodea a Argentina contrasta con la vida tranquila de Brasil
La Unidad Táctica Especial es una de las diferencias entre Argentina y Brasil. Sus miembros, pesos pesados de más de 100 kilos, llevan chalecos antibalas, rodilleras para el cuerpo a tierra y pistolas atadas a la pernera. Cada vez que la selección albiceleste se entrena, aparece esta fuerza de valientes. Si los niños se acercan a pedir un autógrafo a Messi, uno de ellos, el más próximo a la zona caliente, utiliza su pericia de yudoca y dulces palabras: "¡No me arreche, mi amor!".
Argentina goleó a Colombia en la madrugada de ayer (4-2: Crespo, que sufrió una rotura fibrilar y puede perderse el resto del torneo; Riquelme, dos, y Diego Milito) y regresó a su hotel rodeada de un pelotón de infantería mecanizada. El ejército bolivariano no ha visto tanta acción desde la batalla de Ayacucho. Los soldados, 20 chicos con fusiles Kaláshnikov, se aplican con la disciplina de la guardia del Palacio de Buckingham. No está en juego la protección de Isabel II, sino que gente como Heinze o Tévez no sufran el acoso de un periodista y cuatro admiradoras. Los reclutas impiden que nadie se acerque a menos de dos metros.
Brasil no necesita protegerse de los hinchas. Está concentrada en Puerto de la Cruz, antigua aldea de pescadores de la costa caribeña. Los jugadores viven junto a la playa, rodeados de palmeras. Ayer dedicaron la tarde a hacer gimnasia al aire libre. Sin policía. Sólo había cuatro soldados, pero no parecían preocupados. Robinho puso funky brasileño para amenizar la sesión de pesas. Luego, sus compañeros lo arrojaron a la piscina antes de lanzarse ellos mismos.
Al contrario que Brasil, que se mueve en autobús escoltado por un patrullero, cualquier traslado de Argentina supone un despliegue de helicópteros, motos y furgones de la policía, el ejército y las unidades especiales de asalto. El procedimiento parece un homenaje a las fuerzas de seguridad del Ayuntamiento de Maracaibo, gobernado por el polifacético Giancarlo di Martino. El señor Di Martino, que ha puesto pegatinas del Che Guevara en su todoterreno de lujo, está atento a las últimas tendencias. Dice que es chavista. La Copa le ha permitido darse a conocer al mundo. La ciudad está plagada de carteles en su honor, en los que aparece sonriente con la mascota del torneo, un guacamayo llamado Guaki.
La policía de Maracaibo está harta. "Este protocolo es el más complicado, el reservado a jefes de Estado, y da un trabajo tremendo. Lo hacemos porque nos lo pide la delegación argentina. Si fuera por nosotros...", explica un oficial.
No se sabe si fue Ayala o el presidente de la AFA, Julio Grondona, el responsable de tanta seguridad. El jefe de prensa, Coco Ventura, asegura que no: "Han sido los organizadores. ¿Cómo vamos nosotros a tener potestad sobre el ejército venezolano? Al revés, nuestros responsables de protocolo han pedido que no muestren tanto los fusiles". Los jugadores viven en la séptima planta de una torre y sólo hablan con la cadena Torneos y Competencias, propiedad de una empresa relacionada con Grondona. Los muchachos empiezan a experimentar ya cierta claustrofobia.
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