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Crónica:EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España | 11-M
Crónica
Texto informativo con interpretación

... y 57

La sesión 57 del juicio por el 11-M, la última prevista, funcionó como un resumen extraño de toda la vista. Se produjeron escenas que ya habían sucedido. Por ejemplo, el abogado de Jamal Zougam, José Abascal, apeló de nuevo a las teorías conspirativas. Rafá Zouhier, el procesado que se autocalificó de "superinocente", habló por segunda vez y llenó su intervención de tacos, improperios y de su propia personalidad desquiciada y prepotente. El juez, Javier Gómez Bermúdez, colocó otra vez a Rachid Aglif, el Conejo, fuera de la habitación blindada a fin de que no se alterara dentro y no acabara peleándose con Zouhier.

Además, la sala estaba llena, como las primeras semanas del juicio. Y el presidente del tribunal tuvo que ordenar, como tantas veces, silencio: "Hagan el favor de guardar silencio, a ver si el último día...".

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Hubo un último descanso de 20 minutos, a las seis y media de la tarde. Y, como tantas otras veces, los asistentes (abogados defensores, abogados acusadores, víctimas, funcionarios, traductores...) salieron afuera, a la escalera de la entrada... a tomar el aire. Todos se conocen a estas alturas. Había un ambiente agridulce, parecido al que se produce tras un largo viaje en el que lo has pasado muy bien y muy mal. Se oían risas, se veían abrazos, se escuchaban comentarios relativos a las vacaciones Los abogados se notaban aliviados y satisfechos por haber terminado un trabajo difícil.

La verdadera soledad

En una esquina de esa escalera, una chica se ponía unas gafas de sol. El primer día del juicio, a mediados del pasado febrero, en una mañana muy fría, esa chica, que se llama Ruth, se sentó en la primera fila, a un metro de la pecera blindada, para ver de cerca la cara de los acusados de haber matado a su padre. Aquel día salió llorando.

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Ayer, esta chica escuchó a uno de los procesados quejarse de levantarse todas las mañanas solo en su celda: "Me levanto por las mañanas y pregunto a mi espejo por qué estoy aquí, y no tengo a nadie a quién preguntárselo, estoy solo", decía el procesado.

La chica salió llorando, de rabia y de pena, después de escuchar eso. Como el primer día. Por eso se colocaba las gafas de sol mientras a su lado la gente hablaba de vacaciones y de viajes largos.

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