De Mallorca a la Villa y Corte
Miguel Fluxá no tiene lo que se dice una apariencia discreta. A sus 69 años, su empeño en las camisas de cuello Mao, su larga melena blanca, y el color zen de sus atuendos no casan con el imaginario tradicional de lo que es, un extraordinario empresario que encabeza una de las más importantes sagas mallorquinas. Y sin embargo, Fluxá ha hecho de la discreción, casi del secretismo, una de las guías de su vida. Apasionado del mar y de los viajes, el presidente de Iberostar está acostumbrado a llevar el timón de los negocios conforme cambie el viento. Así que en un periodo en el que el turismo se llenó de bajos costes dio un giro y vendió la rama emisora del grupo. Se concentró en sus hoteles -más de 100- los servicios receptivos de turistas, de incentivos y cruceros, y la construcción, promoción y venta de complejos vacacionales. Su última operación, según consta en la CNMV pero sobre la que el empresario y su entorno han querido hacer comentario alguno, ha sido su entrada amistosa en el grupo de construcción, energía y servicios, ACS, mediante la adquisición de un paquete de acciones cercano al 5% de su capital, participación que previsiblemente le va a permitir incorporarse a su consejo de administración.
Con la participación en la constructora, Fluxá extendería así sus intereses a una rama que no le es tan ajena al empresario balear. Como tampoco lo es la cercanía a esa empresa y su presidente. Entre otras cosas, ambos grupos forman parte de la compañía aérea Clickair.
La discreción de la que hace gala Fluxá, sin embargo, hace que la información sobre sus inversiones discurra por caminos paralelos a su grupo. Él habla de lo que le gusta a través de sus empresas, de sus hoteles -de cuatro o cinco estrellas en primera línea de playa- y de su casa, para quienes hayan tenido la fortuna de visitarla. De Son Antich se ha dicho que "rompe moldes", y eso aparentemente sí encaja con este empresario de gran visión de futuro, educado con los jesuitas y acostumbrados por su padre desde niño al valor del esfuerzo para sacar adelante la empresa familiar. "Cuando éramos pequeños y estábamos de vacaciones", declaró en una ocasión, "a mis hermanos y a mí nos hacía ir dos o tres veces por semana a la fábrica de zapatos. El olor a suela os hará bien, decía". Ese olor impregnó más a Lorenzo y a Antonio Fluxá (Camper y Lotusse, respectivamente) que a Miguel. Él olió más el mar y se dedicó a la rama de turismo del grupo familiar. Hoy en esa rama que él preside ya trabaja la cuarta generación, algo de lo que Fluxá se muestra orgulloso. Sus dos hijas, Sabina y Gloria, son vicepresidentas de Iberostar. La saga continúa.
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