_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Orgullo Chueca

Jesús Ruiz Mantilla

Probablemente algunos beatones con ínfulas moralistas pensarán que ese barrio bandera es un cruce entre Sodoma y Gomorra y los habitantes que Philip K. Dick imaginó para Blade Runner. Otros cegatones entregados a las garras del puritanismo neocon lo deben considerar una señal clara del Apocalipsis. Algún paseante despistado todavía lo puede ver como una colonia marciana que ha conseguido implantar sus leyes y costumbres ajenas a las corrientes de hoy día en el mismo centro de la capital, muy alejados de los usos que fuerzan hoy al españolito medio a ser abducido por los polígonos comerciales y de ocio teledirigido en los alrededores de las grandes ciudades.

Pero es que Chueca no tiene nada que ver con el presente porque Chueca es ya el futuro. Algunos miran hacia ese barrio glorioso, mucho más avanzado y vanguardista de lo que entonces fue la movida y del que líbrenos Dios un día de caer en la nostalgia por haberlo perdido, con la desconfianza que producen los guetos y los puntos de referencia exclusivos. Pero no hay nada más alejado ni alérgico al espíritu de la gente que lo ha tomado que los muros y la ignorancia que da lugar a la exclusión y al desprecio.

Chueca se ha reinventado, ajeno a este Madrid que cada fin de semana por el invierno toman de manera oportunista los fanáticos, los bienpensantes de postín y los meapilas que salen en manifestación programada con Rouco, sus curas, sus monjas y los jerifaltes peperos. Chueca no tiene nada que ver con el olor a naftalina de quienes van por ahí haciéndose cruces contra la ilusión que le provoca el ideal de un país moderno a la inmensa mayoría de sus habitantes. Chueca es la vanguardia de ese país, precisamente: el que no mira de reojo, el que no pide venganza ni castigos ejemplares, el que no persigue otra cosa que la igualdad de derechos, el respeto al vecino; el que quiere cambiar por los colores del arco iris esa permanente sombra negra de luto y penitencia, el gris que acompaña a la memoria de una patria empequeñecida por ese nacionalcatolicismo nauseabundo que parece regresar ahora junto a quienes alientan la derecha sin complejos.

Chueca sola, rodeada y digna es más fuerte que todo el entusiasmo que provocan ahora en nuestros cegatones herederos de la CEDA, los patéticos hermanos Kaczynsky, esos gemelos polacos surgidos de las catacumbas y empeñados en reprender hogueras. Qué flojucha, qué pena da la Europa oficial, con sus mandatarios, que no han movido un dedo para frenar esas excepciones que quieren llevar a cabo en su país los siniestros herederos de Wojtyla, negando derechos a los homosexuales, permitiéndoles levantar unos estandartes dignos de la inquisición y la crueldad moral católica, condenando a su gente a las tinieblas, al oscurantismo más castrante, arrojando a todo un país por el agujero negro de su propia historia, de nuevo frustrada.

Esa Europa vieja y zorra capitaneada por los que rechazan la libertad y quienes se lo permiten en las reuniones de alto nivel con la actitud de los hijos de Pilatos, es la que contrasta con la que se ha visto estos días por Madrid en torno al Europride. Toda esa nueva Europa vigorosa y esperanzada, peregrinó estos días a Chueca. Al barrio que en los años ochenta andaba noqueado por el mono y la pequeña delincuencia que apremia cadáveres por el poder de un pico y que en muy poco tiempo ha sabido resucitar. Al barrio que ahora es el mejor escaparate de Madrid para el mundo, aunque Gallardón le haya dado estos días la espalda sin que acudiera representación oficial del Ayuntamiento a la fiesta de ayer. Bastante nos importó el plantón a quienes por allí anduvimos enseñando el aire de la libertad a nuestros hijos, por cierto. Pero así ha dejado patente el alcalde ante todo ese voto progresista regalado del que presume que anda todavía demasiado secuestrado por una doble moral. La que le hace lo suficientemente pillo como para conseguir una portada de Zero, la revista gay de referencia, en plena campaña electoral sin que ahora le duelan prendas en faltar al respeto a un colectivo que ha construido contra viento y marea, con talento, originalidad y determinación -las virtudes del aliento de los genios- el barrio más dinámico y apasionante de la ciudad. El símbolo de un Madrid rabiosamente moderno. Las fascinantes, delirantes, alegres, libérrimas y vivas calles de Chueca. El barrio del orgullo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_