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Columna
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Placer y dolor del bastón de mando

A tenor de las imágenes ofrecidas por los medios de comunicación, los nuevos alcaldes tomaron posesión con un gesto que no creo que concertaran previamente: todos ofrecen la vara de mando en un acto de entrega a la corporación y a la ciudadanía. A diferencia de la soltura descuidada de los veteranos, que no confieren mayor significado a este acto, en los novicios la postura puede interpretarse no sólo como entrega, sino como búsqueda del equilibrio. Al alzar el bastón con las dos manos, implícitamente se busca la estabilidad que ha de garantizar el regidor entre la institución que representa y su ideario, entre la ciudad y su adscripción a un partido o a un grupo, y también entre intereses ciudadanos no pocas veces contrapuestos.

Del salón en el ángulo oscuro... En un rincón de la alcaldía, quizá en una vitrina, suele estar, en reposo, el bastón de mando del regidor. De madera noble, con empuñadura de oro rematada por una gema y un cordón que no sé si simboliza la cuerda del pastor o la soga de la justicia. Hay dos formas de llevarlo, en el aire, sujeto a medio camino entre ambos extremos, en una expresión despreocupada, tal vez de inseguridad, o a modo de báculo, picando con la contera resonante contra las losas cuando el alcalde preside comitivas.

Un bastón de mando, ya sea el del mariscal o la sencilla vara del pedáneo, el báculo abacial o incluso la batuta del director de orquesta, es una insignia de poder y, como tal, produce placer, el placer de representar y de tener el mando. Pero hasta los símbolos más conspicuos se van transformando, con el tiempo, en objetos rituales sin contenido real. En el mundo moderno y democrático ya no queda poder omnímodo, y bien está que así sea. Si para algo vale el poder legítimamente adquirido mediante el ejercicio cabal de la política es para transformar, para hacer cosas, no para apropiárselo y atrincherarse en su monopolio.

Dice el aforismo que todo cargo es una carga. Las gemas de la empuñadura del bastón se clavan de vez en cuando en la palma de la mano para recordarlo. Y no hay placer, ni grandeza, ni belleza sin dolor. Dolor y placer están intrínsecamente unidos. El dulce ejercicio del poder entraña el desasosiego de tomar decisiones, no en cualquier momento ni siempre a favor de la opinión dominante, y muchas veces en solitario, notando abiertamente la falta de apoyo interno, el vacío en torno que lleva a encerrarse en el despacho y romper los lazos externos.

De la política se sale enriquecido en saberes y experiencias, no en otra cosa; es más, si es un arte limpio sucede lo contrario. Cuando se retorna a la vida corriente, que es la real, ni siquiera esas experiencias son siempre útiles. Pues bien, estoy seguro de que los alcaldes que por primera vez han sentido la concupiscencia de la vara de mando empiezan a percibir estos días los primeros dolores. Han fijado metas ambiciosas porque la sociedad global obliga a las ciudades a reinventarse constantemente. En esta legislatura se les va a exigir a los regidores inteligencia, cultura y audacia no sólo para poner orden y juicio en su término municipal, sino para formar parte de la gran Galicia, ayudando a trabar el sistema urbano y éste con el interior del país.

En cuando a las grandes ciudades, para A Coruña y Vigo la metrópoli se destaca como única solución; en el caso de Vigo, el reto incluye dominar el brioso caballo de su energía urbana. A Compostela no le llegará con ser la capital si no se mantiene siempre viva y no sueña despierta para manejar pasado y futuro. Ferrol tiene ante sí grandes bazas para salir del desencanto que la mantenía al ralentí. La fortaleza de Pontevedra reside en su posición estratégica como charnela entre norte y sur. Lugo debe equilibrar su crecimiento y concertarlo con la recuperación de la ciudad entre murallas, al tiempo que mira a su mar del norte. Ourense, rica y dinámica, tendrá que comprometerse en catalizar la riqueza del interior de la provincia para sacarlo de la cola del desarrollo.

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Los bastones de mando, además de imponer la autoridad, son indicadores que señalan múltiples direcciones.

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