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La esperanza de una clase desacreditada

Veltroni es un hombre afable, un político que transmite honestidad y sereno optimismo

Enric González

En 1968, el poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini escribió un célebre poema, El PCI a los jóvenes, en el que despreciaba la revuelta estudiantil ("los hijos de papá se rebelan contra papá") y calificaba a la policía de "auténtico proletariado". Pasolini mantenía difíciles relaciones con el Partido Comunista Italiano, en el que había militado, y a raíz del poema sostuvo una dura polémica con las asociaciones de estudiantes. Durante esa crisis, al poeta le gustaba asistir como oyente a las reuniones del comité de base de un instituto de enseñanza media, el Liceo Tasso. Eran críos de 13 y 14 años. Uno de ellos se llamaba Walter Veltroni. Había nacido en Roma en 1955, apenas había conocido a su padre, muerto en 1956, y ya era un fenómeno político.

Veltroni se inscribió en las juventudes del PCI y a los 21 años fue elegido concejal del Ayuntamiento de Roma. Desde entonces lo ha sido todo (vicepresidente del Gobierno, diputado, eurodiputado, secretario general de los Demócratas de Izquierda, director del diario L'Unità) sin sufrir la menor erosión. En 2001 obtuvo la alcaldía de Roma y en 2006 fue confirmado en el cargo con un abrumador 63% de los votos. Nunca renegó de su militancia comunista y sigue siendo dirigente de los Demócratas de Izquierda, el antiguo PCI, pero su reformismo vocacional le permite distinguirse de la "vieja guardia".

Hay algo de ecuménico en todos sus rasgos. Pese a ser romano, no sigue a los equipos de fútbol locales, Roma y Lazio, sino al Juventus de Turín. En una sociedad apasionada por el fútbol, su auténtica pasión es el baloncesto. En un sistema político enfermizamente autorreferencial, Veltroni pasa por ser un hombre normal, afable, más interesado por el cine que por las intrigas palaciegas.

Bajo su mandato, Roma ha mejorado de forma apreciable. La devoción de sus conciudadanos (y de millones de italianos) no se debe, sin embargo, a su capacidad como gestor, menos que asombrosa, sino a su capacidad de convicción. Transmite honestidad y un sereno optimismo, y en ese sentido recuerda al Tony Blair de hace una década. Algunas de sus iniciativas como alcalde (la organización de un festival de cine, las visitas de escolares a países de África para estimular la solidaridad, las fiestas populares) revelan la base de su talento: la calidad de vida de los romanos ha subido un poco, pero su autoestima ha subido mucho.

Walter Veltroni está casado y tiene dos hijas.

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