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Reportaje:

El joyero de los cinco continentes

Domingo Lafuente recorre el mundo en busca de artesanos y proveedores viviendo su pasión por la orfebrería

Después de treinta años dedicado a la joyería, de una manera que desde fuera un observador consideraría frenética, Domingo Lafuente (Vitoria, 1957) ha encontrado el sentido de su oficio. "Ahora bien, si lo cuento, cualquiera se haría joyero", comenta, divertido, poco antes de emprender su siguiente viaje por el mundo para atender a sus proveedores o recoger en persona las joyas engastadas. "Las piedras son energía", sentencia.

En el origen de su dedicación a este oficio se encuentra un pasado hippy. Aunque Txomin Lafuente no hable del asunto salvo de pasada, su primer contacto con la bisutería llega en un viaje en el llamado Magic bus que partía de Amsterdam en dirección a Kabul en 1977. "Pero yo simplemente era un chico normal de Vitoria que estudiaba maestría industrial rama de electrónica que con dos amigos cruzaba Europa, Iran, parte de Irak, para llegar a Afganistán", aclara.

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En aquel viaje, el joven que vendía en fiestas de La Blanca sus propias creaciones en cuero (como tantos otros en aquellos años) descubrió las creaciones del Oriente. "Compré anillos y pendientes y los vendí con éxito en las fiestas de Vitoria y aquello me dio la pista para avanzar en mi dedicación a las joyas", indica. En efecto, Lafuente mantuvo las relaciones con aquellos primeros proveedores y amplió el abanico durante sucesivos viajes por todo el mundo con la adquisición de joyas y ropa (las primeras camisas cuello Mao que se vieron en Vitoria las vendió él).

Pero el interés por la joyería iba más allá que la simple importación. Después de finalizar los estudios de Ingeniería Técnica se marchó a Florencia (Italia) a trabajar con el diseñador Roberto Griffó, su maestro en el oficio de joyero, pero también un guía espiritual que le transmitió otros saberes. "Durante seis años estuve trabajando en las distintas fases de la realización de la joya, pero nunca llegué a completar una. Eso sí, Griffó nos dejaba elaborar nuestras propias creaciones con los recortes que sobraban que luego vendíamos en el mercado del Ponte Vecchio; y también me introdujo en los principios del budismo", recuerda Lafuente.

En unas fiestas de Lekeitio, Txomin conoció a su mujer, Begoña, y después de 12 años en Italia (los últimos dos, en Brescia, con taller propio) regresó a Vitoria con todo el aparataje de joyero y continuó con su carrera. Siempre viajando. Cada 40 días sale al mundo en busca de nuevos materiales, indagando en lo que se lleva en otros lugares, en busca de la última moda. Txomin Lafuente reconoce que de hippy ahora ya no tiene mucho. Yo salía con una Renault Space en lugar de un Dos Caballos, y tenía mi maletín para que los clientes me pagaran con tarjeta de crédito", comenta.

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Después de recorrer Asia, le llega el turno a América. "Durante nueve meses estuve por Brasil, Bolivia, Perú, Colombia... estudiando la joyería americana", recuerda. Pero además de la pasión por el oficio y la curiosidad correspondiente, Txomin Lafuente estima que siempre ha tenido un instinto para acertar en sus elecciones. "Si elijo el verde olivina, por ejemplo, no tengo dudas de que se llevará esta temporada. Está la información, los contactos y luego seguir durante años los criterios de los veteranos, no dejar de aprender nunca".

Y con tanto viaje, también llegan los descubrimientos. "En un viaje por Mauritania, Mali y Burkina Faso me encontré con sus monedas antiguas, expuestas en un museo: eran cilindritos de cristal de murano, que los venecianos habían llevado en el siglo XVII para que funcionasen como monedas. Pero ya se había perdido por completo ese tipo de pieza. Yo recuperé esa forma como joya y ahora se venden muy bien", recuerda.

Lafuente elabora sus creaciones en un cuidado proceso que busca evitar cualquier forma de espionaje industrial. Sus diseños en plata y piedras preciosas se fabrican en tres o cuatro lugares diferentes con el fin de que no le copien los propios artesanos. De este modo, la piedra (una esmeralda, por ejemplo) puede salir de Colombia, pasa por un primer artesano en Pakistán y se engarza en Ucrania. "Trabajo con talleres y proveedores de los cinco continentes y los visito a todos; es más, en muchas ocasiones superviso las tareas de los artesanos", dice.

Txomin Lafuente es metódico, y ágil: la moda en joyería cambia cada tres meses y uno no puede "dormirse en los laureles", afirma. Ahora se marcha de gira por los antiguos países asiáticos de la Unión Soviética, bastante peligrosos para un joyero que tiene que llevar el dinero en efectivo para pagar a sus proveedores. "Por eso, siempre he tratado de trabajar con la mayor legalidad, porque en todo el mundo no se ofrece la seguridad de Europa".

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