Jomeini y la plaza de Tiananmen
Txomin Lafuente puede presumir de no haber sufrido ningún percance en sus innumerables viajes por todo el mundo. "Tengo mis propias medidas de seguridad, claro. En los países más conflictivos, me registro en un hotel, pero luego me alojo en otro, nunca repito con el mismo taxista y cuando salgo del hotel, siempre me cito con un taxi por recepción a una hora y luego me marcho a otra", explica. "Hay que tener en cuenta que al final la gente sabe que eres joyero y que llevas dinero para realizar tus operaciones", matiza.
Eso sí, por circunstancias ajenas a su oficio, Txomin Lafuente ha pasado en su vida por circunstancias de vida o muerte. "La muerte del ayatolá Jomeini me pilló en Cachemira, con una mayoría musulmana chií que salió a la calle en busca del infiel. Menos mal que una familia nos escondió durante tres días y nos facilitó después la huida", recuerda.
También vivió las intensas jornadas de la plaza de Tiananmen en China. "En ese caso, aunque no iban a por nosotros, el miedo a lo desconocido, a lo que pudiera pasar fue tremendo; no salí de la habitación del hotel en una semana". Y en Borneo, también ha sufrido las consecuencias de los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes.
Pero, al final, lo que queda es muy positivo. No en vano, reconoce que ahora, a los 50 años, comienza a ver el futuro de la joyería. "Tiene un fondo filosófico evidente; el adorno del cuerpo con piedras y metales es consustancial al ser humano; cada persona tiene su propia piedra", explica. Txomin Lafuente estima que es ahora, después de 30 años de oficio, cuando empieza a aprender lo que de verdad es un joyero.
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