Gordon Brown promete renovación al asumir el reto de suceder a Blair
Harriet Harman, una diputada de orientación izquierdista, será la 'número dos' del partido
Gordon Brown lanzó un mensaje de renovación del Partido Laborista y de sus políticas nada más ser proclamado ayer nuevo líder en sustitución de Tony Blair, al que relevará también el miércoles al frente del Gobierno británico. La sorpresa fue la elección como número dos de una mujer, Harriet Harman, que derrotó por un estrechísimo margen al gran favorito, el candidato que era considerado un dirigente de unidad entre el blairismo y el brownismo, Alan Johnson. Aunque hubo calor y aplausos por doquier en el congreso laborista celebrado en Manchester, toda la ceremonia estuvo orquestada de manera que Blair y Brown apenas coincidieron unos instantes juntos. Ambos líderes escenificaron un relevo en el poder correcto, pero frío.
Los dos grandes amigos del pasado, enemigos irreconciliables de los últimos años, se echaron piropos y se sonrieron todo lo que pudieron. Pero apenas se tocaron. Un apretón de manos, un apenas esbozado intento de abrazo, y Blair se marchó, con el cuerpo ágil y más sensación de alivio que de pesadumbre en el semblante. Se sentó fuera del estrado, entre el público, junto al viceprimer ministro saliente, John Prescott. Primero pareció desconcertado, buscando un lugar para él, hasta que le hicieron sitio junto a Prescott.
En la ceremonia no apareció su mujer, Cherie, que en el último congreso se mofó de Brown. Y el nuevo líder, de 56 años, y su mujer, Sarah, de 44, se marcharon al final por el otro lado del escenario, sin tener que cruzarse de nuevo con Blair. Nada parece casual en estos casos. El escenario, en el corazón del barrio financiero y de convenciones de Manchester, no tuvo la modernidad de otras ocasiones. El lema Nuevo Laborismo no apareció por ningún sitio ni fue mencionado por nadie. Y las luces violetas y el fondo anodino de la primera parte de la ceremonia se tornaron en una gigantesca bandera británica flanqueada por luces rojas a ambos lados cuando apareció Brown. Un pequeño rectángulo blanco permitía que su busto apareciera con un trasfondo tenue en las pantallas de televisión.
En su primer discurso como líder del laborismo británico, Brown huyó de las propuestas concretas y se refugió en los grandes cánticos de principios: renovación del partido y de sus ideas, reforma constitucional, enorme énfasis en la justicia social y en las prioridades tradicionales de la militancia laborista, desde el salario mínimo a la igualdad de oportunidades en la educación, la seguridad ciudadana, la importancia de la sanidad gratuita para todos o el acuciante problema de la vivienda.
Puso especial énfasis en la educación, un factor que Brown considera crucial para acabar con la pobreza individual y las desigualdades sociales. Y se comprometió a elevar con el tiempo -aunque no dijo cuánto tiempo- los actuales niveles de inversión por alumno de las escuelas públicas (8.250 euros al año) hasta alcanzar los que ahora disfrutan los alumnos de la escuela privada (12.000 euros).
Puso especial énfasis en sus proyectos de reforma constitucional, a los que ya se ha referido en las últimas semanas, pero esta vez no hizo ninguna mención a la posibilidad de impulsar una constitución escrita. Se limitó a abogar por dar más poderes al Parlamento, la salvaguarda de las libertades civiles, la devolución de poderes a las naciones que forman el Reino Unido, incluida Inglaterra y también a los ayuntamientos y organizaciones locales.
No hubo ninguna mención a la Unión Europea, salvo para referirse a la necesidad de afrontar junto a Estados Unidos y el resto del mundo el cambio climático y la respuesta al terrorismo. Apenas unas palabras sobre la guerra de Irak, con la conocida referencia a su carácter divisivo en la sociedad.
En general, Brown pareció querer lanzar un cántico a los valores tradicionales del Partido Laborista, para contentar al ala izquierda. "No basta con que tengamos políticas, tenemos que tener un alma", les dijo. Pero también constantes referencias a la necesidad de seguir por la senda de las reformas, un mensaje destinado sobre todo al sector más blairista. "Estoy listo, listo para servir", acabó.
El ambiente en la sala del congreso en Manchester fue cálido e incluso eufórico. Quizá porque una encuesta publicada por el dominical The Observer otorga por primera vez en muchos meses ventaja a los laboristas frente a los conservadores en los sondeos: 39% frente a 36%. O porque ese mismo sondeo señala que los británicos confían más en la capacidad de Brown (40%) que en la del conservador David Cameron (22%) para regir los destinos de la nación.
Elecciones entre las bases
Antes de proclamar a Gordon Brown como nuevo líder se dieron a conocer los resultados de las elecciones celebradas entre las bases para elegir al número dos del partido. De entre los seis candidatos que se presentaban, salió elegida Harriet Harman, diputada por Peckham, uno de los barrios más conflictivos del sur de Londres. Harman, que se adjudicó el 50,43% de los votos, derrotó en la ronda final al cartero Alan Johnson, que había empezado la carrera como indiscutible favorito.
Aunque muy próximo a Blair, Johnson era visto como el candidato de unidad entre las dos facciones. Harman es brownista y se sitúa un tanto a la izquierda del futuro primer ministro, que probablemente hubiera querido como su segundo a Hilary Benn, hijo del veterano ex diputado Tony Benn. Johnson fue el más votado entre los diputados que forman el grupo parlamentario de los Comunes. Pero Harman, quizá por su mayor orientación de izquierdas pero probablemente también por su condición de mujer, le superó gracias al voto de los militantes.
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