El inoportuno deseo de irse de Kanouté
Los sevillistas se atragantaron ayer con el desayuno mientras viajaban a toda velocidad en tren hacia el escenario de la final de la Copa del Rey. El agente de Frédéric Kanouté aseguraba en un programa de la BBC que el delantero maliense quiere irse del club andaluz y regresar al fútbol inglés.
Casi a pie de andén, el presidente del Sevilla, José María del Nido, arremetió contra el agente del futbolista, Christophe Magoui, del que aseguró que tiene "el don de la inoportunidad". La propia frase de Del Nido no niega lo afirmado por Magoui, sino que tan sólo cuestiona el momento.
Las diferencias entre Kanouté y la directiva no son algo reciente. A Del Nido no le gustó ni la vehemencia con la que se lo pidió el entrenador, Juande Ramos, ni el precio que pagó por él al Tottenham Hotspur, cercano a los nueve millones de euros. Eso sí, los goles y la excelente contribución del delantero al juego del equipo lo hicieron algo más paladeable.
Kanouté nació en Francia y llegó a jugar con su selección sub 21. Poco después de cumplir la veintena, se convirtió al islam y decidió profundizar en la cultura africana y del país de su progenitor. Gracias a un cambio en la legislación de la FIFA, Kanouté optó por jugar con Malí en vez de con Francia.
En agosto, durante la final de la Supercopa europea, en la que el Sevilla se impuso al Barcelona (3-0), el maliense se tapó la publicidad por ser de una casa de apuestas, algo contrario a su religión. La semana pasada, la FIFA obligó a Malí a que desconvocase a Kanouté y al madridista Diarra para que disputaran la última jornada de la Liga. Kanouté arremetió contra el máximo organismo, pero también lanzó una puya a su club. "Si tanto me quieren, que me revisen el contrato", espetó al aterrizar.
El Sevilla lleva tiempo pensando en vender a Kanouté, al que cree mayor -va a cumplir 30 años-, proclive a las lesiones de pubis y por el que sacaría un buen dinero. Y él nunca se ha sentido a gusto del todo en Sevilla: se ha quejado de dificultades para practicar su fe. Las intenciones de todos pueden coincidir. Aunque se hayan sabido en el momento más inoportuno.
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