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Columna
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Con viejo estilo

Uno de los momentos más vergonzosos que he sufrido me pasó el otro día cuando me robaron el monedero al pagar el billete de metro de una lejana ciudad. Mi vergüenza no fue debida a que no me diera cuenta de cómo tan magistralmente me lo levantaban de la repisa del mostrador. Mi vergüenza, honda y profunda, viene motivada porque a uno de Bilbao le roba el caco el monedero y éste descubre, maldiciendo probablemente a algún familiar mío cercano, que estaba vacío. Ustedes dirán que mejor -toda las monedas las había descargado para que la dependienta me cogiera las monedas del precio del bono y me dejara las que sobraban-, pero el monedero, ahí reside mi problema, llevaba escrito "Bar PSOE, Casa del Pueblo Santutxu, Bilbao". Tenía, pues, identificado mi origen y linaje, y que a uno de Bilbao le birlen el monedero y no haya dinero es una de las mayores vergüenzas que se pueden padecer. Le ruego al caco que al leer este artículo me haga saber su dirección para limpiar mi honor manchado. Los de Bilbao somos así.

A pesar de hacer todos los ejercicios mentales para no sufrir la otra vergüenza de que el Athletic bajara a segunda, consolándome a mi mismo diciéndome que se lo merecían por haber hecho las cosas tan mal, tengo que reconocer que lo he pasado muy mal -le acabo de llamar a Semáforo para felicitarnos de que no haya bajado y él me cuenta que le ha pasado lo mismo-. Me he puesto estos días hasta nostálgico recordando a familiares y amigos que ya no están entre nosotros y nunca habían visto a nuestro campeón club en tan calamitosa situación. Me preguntaba qué pensarían de todo esto de seguir vivos. Tan dramático me ponía con el descenso cuando creía que ya lo había visto todo y sufrido casi todo.

Dejé de ir al purgatorio de San Mamés hace algunos años por razones que no vienen al caso aunque me hubiera gustado seguir yendo. He sido socio del Athletic muchos años y de lo poco que guardo de mi difunto padre es un carné del mismo club de antes de que le encarcelaran por la guerra civil. Es decir, devocionarios no guardo pero si carnés del Athletic. Y como fui a ese purgatorio -con Franco nos iba mejor y teníamos más títulos, salvo la buena racha que nos trajo Clemente- desde hace muchos años aprendí determinadas formas y comportamientos, aquellas que hacían del público de San Mamés un gran público. Nunca aplaudí ni vitoreé los malos resultados de la Real y me parecía mal que otros lo hiciesen, y aunque de deporte ya quede muy poco en el fútbol, creo que la deportividad debe provenir especialmente de la grada. Siento profundamente que haya bajado a segunda la Real, lo siento de verdad, soy verdaderamente solidario con su pena, porque antes que vizcaíno me siento vasco. Al fin y al cabo lo puedo ser porque nací en Sevilla y puedo divisar tanta fobia localista desde la distancia, la supero. También me alegro de que haya aguantado el Betis, aunque ni entenderé ni compartiré la fobia que se traen con el Sevilla.

Lo triste del caso es que en el fondo le tengamos que agradecer a la Real que hayan sido ellos los que han bajado, porque si no hubiéramos sido nosotros. Mal andan las cosas en el fútbol vasco, quizás tanta ganas de separarnos con una liga propia, lo mismo que separarnos en política, no sea más que para evitar vernos poco a poco hundidos en segunda división. Tanto proteccionismo y tanta endogamia nos van encaminado hacía un país sin energía, ésta sólo se traduce en las malas artes de los herri norte y sur. El resto está agónico en muchas cosas por el empacho de creernos los mejores. Si este descalabro moral que supone la bajada a segunda de la Real, y las agonías del Athletic, nos permitiera mirar nuestras ruinas quizás pudiera servirnos para algo. La capacidad de reacción se inicia con la toma de conciencia de la realidad, cosa de la cual carecemos.

Por lo demás, al menos los de Bilbao hemos salvado este ciento nueve aniversario sin bajar a segunda. Lo hemos hecho por los pelos, pero el año que viene, el ciento diez, no tendremos detrás a la Real para que sea ella la que haga de guardaespaldas. En estos momentos hay que desearles ánimo y que nos volvamos a ver pronto -tal como están las cosas hay que aclararlo- en primera. Al fin y al cabo en el pasado tenía fama de subir rápido, la chavalería le llamábamos Club de Fútbol Ascensor. Que así sea.

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