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LA RESACA DEL 27-M
Columna
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Riesgos

La pelota está en su campo. Esa es la frase, concisa pero explícita, con la que acaba Roland Caprol su libro La noche de los políticos. Es su responsabilidad -la de los políticos-, únicamente a ellos les corresponde la obligación de responder adecuadamente a las exigencias del electorado. Esto es la conclusión que se debe extraer de los resultados de la última consulta electoral en la Comunitat Valenciana. El sustrato social en el que nos movemos se ha decantado claramente por un horizonte sin sobresaltos.

Los valencianos son mayoritariamente conservadores y buscan ante todo la prolongación de una línea gubernamental continuista que les siga aportando una dosis importante de estabilidad. Y es lo que han hecho los ciudadanos votando, en buena medida, a la opción política que les ofrecía seguir en la misma trayectoria y con los mismos valores que se ha funcionado en la última década.

Un estribillo que cantaban los guerrilleros peruanos decía: salvo el poder todo es ilusión. Y es así. Cuando una fuerza política no alcanza cuota de poder, ha fracasado en su objetivo primordial. Una permanencia que se prolonga a lo largo de dieciséis años en la oposición provoca zozobra y desazón. Quienes entienden de estas inclemencias aseguran que lejos del poder hace mucho frío para los políticos que no tienen la posibilidad de ejercerlo.

Es una reflexión para los políticos valencianos. Las victorias electorales tampoco es prudente patrimonializarlas, porque una ciudad, una autonomía o un Estado no deben ser nunca el cortijo privado de nadie. Ni lo son los organismos públicos ni las instituciones. Un político es ante todo un servidor de los ciudadanos.

De la voluntad popular proviene su fuente de poder y no se debe olvidar que la situación de un municipio o de un país no se detiene en el momento de las votaciones. El veredicto de las urnas no es un cheque en blanco para los vencedores, sino un pagaré condicionado por el respeto a la opinión pública. Y es, por otra parte, un toque de advertencia a los vencidos para que rectifiquen su discurso y su proyecto. La acción de la oposición y los programas electorales no deben centrarse en un sinfín de negaciones sin que se permita vislumbrar cual es el proyecto de país o de ciudad que se propone a los electores. Y a falta de un proyecto sugestivo de la oposición, acaba imponiéndose la convicción de que la continuidad de la oferta de gobierno vigente es la que ofrece mejores garantías. El fin más atractivo para un político es inspirar confianza. Los ciudadanos dejamos en manos de nuestras administraciones muy variados temas, cuyo enfoque puede beneficiar o perjudicar aspectos básicos en nuestras vidas. El empleo, la seguridad, la inmigración, los impuestos, las sucesiones, la drogadicción, la educación, la sanidad, las pensiones y otros muchos conceptos, que engloban el estado de bienestar, la cultura y el devenir económico, marcan el porvenir.

Una interpretación errónea de la voluntad popular tiene un coste elevado, al menos para los siguientes cuatro años. Y la expresión de la democracia no se equivoca nunca, porque, de otro modo estaríamos poniendo en duda, no sólo el significado de unos comicios, sino la credibilidad del sistema.

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Los riesgos que se puedan derivar de un resultado electoral contundente se sitúa en la tentación, en los que acusan el revés, de echarse al monte con procedimientos impropios de quien participa en la pugna política a sabiendas de que se puede perder. Ser capaz de asimilar un fracaso con serenidad es importante. Administrar ecuánimemente una victoria es el resultado de la ansiada madurez política que hace fuertes los sistemas democráticos consolidados.

Del resultado electoral reciente en la Comunitat Valenciana se deriva que existe un espacio político entre los dos partidos mayoritarios. Ninguno de ellos expresa suficientemente la voluntad autonomista y de los derechos particulares e históricos. Tanto el Partido Popular como el PSOE tienen vocación centralista. Las autonomías quedan relegadas a una discreta y a veces, injusta postergación. Con el pretexto de contrarrestar los efectos de los particularismos vascos o catalanes, junto a algunos más, las políticas autonómicas quedan bajo sospecha.

En la Comunidad Valenciana se estrena la irrupción de una fuerza política en las Corts, el Bloc. El Bloc Nacionalista Valenciá, una vez liquidados los rescoldos de Unió Valenciana, se muestra como la única plataforma autóctona con recorrido, que ofrece posibilidades para plantear una opción sugestiva y arraigada en las señas identitarias del valencianismo ajeno al sucursalismo. A partir de las elecciones recientes se ve con claridad que el centro es el espacio político a conquistar. Es este sentido, el Bloc habrá de reflexionar en esta nueva singladura porque, de otro modo, si no es capaz de reaccionar, con agilidad y acierto, podría perder definitivamente su oportunidad.

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