Alerta entre las tropas españolas en Líbano
La Fuerza de Naciones Unidas incrementa la seguridad ante las amenazas de Fatah al Islam
Nada más cruzar el río Litani, al avanzar desde Beirut hacia el sureste de Líbano, la bandera de España aparece colocada en decenas de restaurantes y hoteles, mientras los soldados españoles patrullan con normalidad por pueblos y carreteras. Pero la Fuerza Internacional de Naciones Unidas en Líbano (FINUL), en la que están integrados los 1.100 militares enviados por España, ha aumentado las medidas de seguridad ante las amenazas de Fatah al Islam, vinculada a Al Qaeda.
"Hemos limitado al máximo los movimientos innecesarios de nuestros hombres y reforzado las patrullas que se mueven por el norte de nuestra zona de supervisión, un área de 350 kilómetros cuadrados, en el extremo sureste del país, afirma el teniente coronel Carlos Ruiz de la Sierra, de 47 años. "Hasta el momento no se han producido incidentes", añade.
El Ejército libanés incrementó los controles en esa parte suroriental desde que el 20 de mayo comenzaron los combates en el campo de refugiados palestinos de Naher el Bared, al norte del país. El objetivo es impedir la filtración de yihadistas y de armas por la porosa frontera con Siria.
Ruiz de la Sierra señala que la unidad de enlace del Ejército libanés en la base Miguel de Cervantes, situada en las afueras de la aldea de Ebel Shaki, en la región de Marjayún, unos 100 kilómetros al sureste de Beirut, les explicó los motivos del despliegue y la "preocupación por la situación en el país".
Mientras Líbano arde en combates y sangrientos atentados, como el que el miércoles mató a 10 personas en Beirut, la zona bajo control de la FINUL parece un remanso de paz. Es la única parte del país donde está prohibido portar armas, y milicias y población civil, fundamentalmente chiíes aunque la principal ciudad -Marjayún- es de mayoría cristiana, se dedican a su trabajo y a la reconstrucción de los destrozos ocasionados por la guerra con Israel, hace poco menos de un año.
"Estas montañas están horadadas de túneles, que Hezbolá utiliza como depósitos de armas y por los que se mueven sus milicianos", afirma orgulloso Ibrahim, un chií de la zona que se gana la vida como taxista en Beirut.
En medios diplomáticos se asegura que Hezbolá, la segunda fuerza política libanesa, "no representa un peligro para la FINUL, al contrario, se encuentra cómoda con la presencia de una fuerza que frena las provocaciones israelíes". Según Ruiz de la Sierra, las provocaciones israelíes suelen ser aéreas, mientras que las libanesas son terrestres: algún pastor que atraviesa la Línea Azul o algún grupo de civiles que acude a la puerta de Fátima, la antigua frontera, a gritar contra Israel.
España tiene en Líbano dos equipos de desactivación de Explosivos (EDE), que se esfuerzan en limpiar el terreno de los explosivos de la pasada guerra que no explotaron. Sobre todo, "de artillería, morteros y carros de combate, submuniciones de las bombas de racimo", cuenta una de los miembros del EDE. "Ya hemos destruido más de 2.000 artefactos", añade en la pequeña cantera, cercana a la base Miguel de Cervantes, en la que los explosionan.
Aunque estos días los EDE están más atentos por las amenazas terroristas a la eventual colocación de una bomba, no han sufrido ninguna incidencia, ni el Ejército libanés les ha pedido apoyo para que desactiven ningún artefacto.
Para el martes está prevista una visita del director general de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, a la base española en el sur de Líbano, en la que desde marzo opera una unidad de la Guardia Civil, que actúa como policía militar y policía jurídica.
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