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¿Partidos antipartido?

Las elecciones municipales han otorgado una presencia institucional limitada, pero no despreciable a tres formaciones: Ciutadans (C's), ya presente en el Parlamento catalán, con 67.315 votos y 13 concejales; las Candidatures d'Unitat Popular (CUP), con 18.522 votos y 20 concejales; y la Plataforma per Catalunya (PxC), con 12.425 votos y 17 concejales. Este hecho se ha evaluado como "la irrupción de los micropartidos" (El País, 29 de mayo de 2007).

Sin embargo, un análisis global de estas fuerzas revela que representan un voto identitario y de protesta contra una clase política percibida como distante y apoltronada. Ciertamente, estas siglas no son en absoluto homologables en términos ideológicos: las CUP representan una izquierda independentista pancatalana, la PxC una derecha populista islamófoba y C's, la oposición a la política lingüística oficial desde posiciones proclamadas progresistas. Sin embargo, las tres fuerzas comparten dos rasgos: constituyen partidos antipartido que agitan las banderas de la protesta y la identidad.

En los tres casos, la defensa de la identidad es esencial, pero plasmada de modo muy distinto

Su carácter de formaciones antipartido es visible en su afán de proyectarse como movimientos, así como en sus propósitos de regeneración política. Las CUP denuncian la necesidad de "romper la escisión (cada vez mayor) entre la clase política y las clases populares" con una "democracia participativa" que impulse un tejido asociativo autónomo de poderes establecidos. C's señala que los "partidos tradicionales" han demostrado "ser maquinarias electorales ajenas a los verdaderos intereses de la ciudadanía" y la PxC se define como "un proyecto ético al servicio del ciudadano".

En los tres casos, la defensa de la identidad es igualmente esencial, pero plasmada de modo muy distinto. C's convierte su denuncia de la política identitaria catalana en su propia identidad, visible en el lema que ocupó la página entera de su publicidad en prensa: Catalunya és Espanya. Tú lo piensas, nosotros lo decimos, mientras las CUP -en una posición antagónica- consideran a los municipios como "motores de la reconstrucción nacional" de los llamados Països Catalans. La PxC, en cambio, evita situarse en el eje catalanismo-españolismo para hacerlo en uno que divide imaginariamente a la población entre autóctonos e inmigrantes, denunciando el peligro de algunas "culturas extranjeras": "Cada día que pasa perdemos un trozo de nuestra identidad", manifestó una de sus candidatas de Vic.

Las tres fuerzas comparten asimismo un carácter innovador, que las haría atractivas para sus votantes. La CUP se reclama continuadora de la labor de la Assemblea Municipal de l'Esquerra Independentista de 1983, pero hace valer su carácter de formación joven (como la definieron sus integrantes en Terrassa), mientras que la PxC tiene su origen en la Plataforma Vigatana constituida el 2001 y C's se materializó el pasado 2006, aunque le precedió una reiterada disidencia intelectual y asociativa contra la política lingüística de la Generalitat.

Los factores reseñados -constituir novedosos partidos antipartido que abanderan la protesta contra el establishment político y la defensa de la identidad (catalana, española o autóctona)- han atraído a un electorado ideológicamente transversal hacia la PxC y C's, mientras que el de la CUP procedería de sectores juveniles y de Esquerra Republicana de Catalunya e Iniciativa, asumiendo un papel de izquierda de la izquierda. Si nos preguntamos ahora hasta qué punto su apoyo es o no coyuntural, algunas líneas de fondo permiten trazar hipótesis al respecto.

El futuro de C's, si no se fractura por su crisis interna (propia de los partidos que censura con ahínco), parece sujeto a los comicios autonómicos, al fracasar su expansión estatal y no alcanzar una representación local destacada. En cambio, los modestos pero más significativos progresos de las CUP y la PxC reflejarían la lenta cristalización de un nuevo marco de competencia política. En términos del politólogo Herbert Kitschelt, quizá nos hallaríamos ante la emergencia paralela de una nueva izquierda, redistributiva en el ámbito económico y libertaria en el político y cultural (potencialmente representada por las CUP) y una nueva derecha, defensora del libre mercado y política y culturalmente autoritaria (hipotéticamente encarnada por la PxC). Ello sería ostentoso en Vic, donde ambas siglas captan más del 25% de sufragios.

Pero más allá de conjeturas, la irrupción de estos partidos antipartido de protesta e identidad se ubica en un contexto de movilizaciones e inquietudes ciudadanas que discurren cada vez más al margen de los partidos tradicionales. Así lo han testimoniado fenómenos tan distintos como la acción de la Plataforma de Defensa de l'Ebre, creada en 2000, o las manifestaciones de afectados por los derrumbes del Carmel en 2005. Todo ello, unido a la pujante abstención electoral, indica que el apacible monopolio del sistema político del que disfrutan las cinco formaciones hegemónicas en Cataluña (eventualmente percibidas por parte del electorado como un gigantesco e incorpóreo pentapartido) parece tocar a su fin.

Xavier Casals es historiador.

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