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Columna
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A cuenta del himno

Yo siempre había creído tener la solución a la falta de letra del himno nacional. En mi aportación sincrética a la convivencia política y al encuentro histórico, había pensado en que habría que arreglar la letra del himno de Riego para aplicarla a la Marcha Real, puesto que aquel, aunque lo usara la República no se mete con la Monarquía. Craso error, hijo de la memoria histórica: tenía un recuerdo mucho más bello del de Riego de lo que realmente es. Al volverlo a leer he visto que no habla más que de los hijos del Cid, lo que es hoy políticamente incorrecto ante el mundo árabe, y me resulta tan carca a la postre como el que hizo Pemán en los años cuarenta y que alguna vez canté, muy pocas, de pequeñín, brazo en alto en el colegio. Lo que hace idealizar las cosas, sobre todo si se aplica determinado método: cuando vas de verdad a investigar, y dejas de lado la memoria, te puedes encontrar con una sorpresa.

No crean que no me he puesto seriamente a pensar la letra, pero todo, tal como está de lanzada la política en España en estos tiempos que corren, me sale muy conservador. En la letra de un himno, máxime si es llamado nacional, hay que insuflar patriotismo, heroísmo, ciudadanía, lo que provocaría mucha respuesta y sería calificado de reaccionario y fascista. Es necesario citar alguna gesta no muy cercana, a ser posible contra los romanos, porque ahí igual estaríamos de acuerdo todas la nacionalidades y regiones. No sé si dan cuenta que esto empieza a parecerse a La vida de Brian. ¡Malditos romanos que nos trajeron las primeras herramientas de civilidad! Quizás por eso, porque eran unos civilizados comparados no con los celtíberos de entonces sino con los motorizados multiculturalistas de ahora, estemos todos de acuerdo en unirnos contra los malditos romanos y podamos citar, por ejemplo, a Numancia. Quede, pues, Numancia como posible referencia retórica para nuestra letra.

Sigamos, porque a este paso no vamos a hacer ninguna letra. Los himnos, que no nos la endiñen a nosotros, eran obras de siglo XIX o como mucho del XX, no de ahora. Ahora nos resulta muy difícil resolverlo, menos al PNV, que pone el himno de su partido y a callar. Por mucho que a la hora de decidir el himno vasco Ricardo García Damborenea manifestara que le daba igual que pusiesen Desde Santurce a Bilbao -¡oh, qué irresponsable!-, el himno acaba diciendo mucho, y así, poniendo el particular del PNV, hicimos a este partido dueño del país y no se le echa de las instituciones aunque pierdan las elecciones.

Ha pasado sólo un párrafo y ya dispongo de críticas sobre la referencia a Numancia porque resulta muy española. Que teniendo en cuenta que en el monte Ernio, cerca de Tolosa, pasó algo parecido a lo de Numancia, por qué no euskaldunizamos el himno. Lo cual me mosquea, porque si empezamos así otros van a querer que aparezca Cartagena -no el cantón que se levantó contra la I República, sino la ciudad que se alzó contra Escipión- y otras muchas gestas más contra los malditos romanos. Sigo insistiendo en que esto de hacer himnos era del siglo XIX. Por lo demás, que no vengan a euskaldunizar nada, que ya tuvimos dos himnos que nos dieron la tabarra durante cuarenta años, el Oriamendi y el Cara al Sol, ambos de paternidades vascas.

Pero es que desde el siglo XIX no se hicieron las cosas comme il faut y no resolvimos el paso del absolutismo al liberalismo -en 1936 salieron vencedores los tradicionalistas, y en los ochenta las comunidades autónomas, que vienen a ser lo mismo- y no se hizo un himno como Dios manda, como es La Marsellesa. Cuando lo cantan los futbolistas galos parece que ya han ganado el partido, por lo potente que es comparado, por ejemplo, con el melifluo Dios salve a la Reina, que da ganas de echar un mantel a cuadros sobre el césped y ponerse a tomar un té. Aquella, la que refleja La Marsellesa, sí que fue una gesta de la humanidad. Aquí nosotros nos cargamos a nuestros héroes de la libertad, a Riego, al Empecinado; y para uno que no nos lo cargamos, Espartero, le quitamos la calle, como hicimos en Bilbao. A Espartero, libertador de Bilbao, héroe nacional, que hasta en algunas localidades le ascendieron a los altares, aquí le quitamos la calle y se la dejamos a quien nos bombardeó, Zumalacarregui. Así, cómo vamos a hacer un himno si somos unos esquizofrénicos, además de desagradecidos.

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