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Columna
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Mirando el dedo

Hace justo un año inicié esta columna advirtiendo de que el PSOE ya había elegido a los candidatos que iban a perder las elecciones en la Costa del Sol, incluidas Marbella y la capital. Los resultados del 27-M lo han confirmado: las municipales han fortalecido las cuotas de poder que el PP tenía en el litoral malagueño, concentrando en 14 municipios el 80% de los votos obtenidos en la provincia, que tiene 100 pueblos. Vaya por delante que no tuve mérito alguno en la predicción. Salvo los que se presentaban, y ni siquiera muchos de ellos lo creían, todo el mundo intuía lo que iba a ocurrir, que no es más que lo mismo que lleva ocurriendo desde 1995, cuando el PP se hizo con las alcaldías de las ocho capitales andaluzas y de los principales municipios costeros. Desde entonces los candidatos socialistas en los grandes núcleos urbanos han tenido el mismo porvenir que Javier Arenas en sus reiterados intentos por optar a la presidencia de la Junta. Y en el caso del litoral la cosa ha ido peor, ya que el porvenir de los candidatos del PSOE es comparable al que tuvo Teófila Martínez como contrincante de Chaves.

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En los últimos 12 años los socialistas han anunciado al menos una decena de reflexiones profundas sobre su falta de sintonía con el electorado de las clases medias urbanas. Y no han sido menores las veces que han reclamado la necesidad de tener un discurso alternativo en los municipios del litoral, frente al modelo urbanístico desarrollista que atribuyen al PP. Los resultados de esta década de profundas reflexiones están a la vista. Apenas se puede decir que el PP haya sufrido un ligero estancamiento entre los votantes de los núcleos urbanos, mientras el PSOE sigue amortizando candidatos como Arenas amortiza dirigentes populares que pudieron ser mejores candidatos que él para presidir la Junta.

Las reflexiones profundas en los partidos políticos suelen durar dos días. El primero se reflexiona sobre la abstención. Y el segundo se habla de la necesidad de buscar un discurso más cercano que atrape al ciudadano para evitar tanta abstención. Pero para ello, se tienen que dar al menos dos circunstancias. La primera es que haya discurso. La segunda es que el político se acerque, de verdad, al ciudadano para que éste le escuche. El modelo de los alcaldes o candidatos con responsabilidades orgánicas o con varios cargos que le obligan a atender distintos frentes y descuidan su trabajo en la alcaldía o en la oposición, se ha demostrado poco eficiente. Hay sonados ejemplos en Málaga.

Tampoco el PSOE acierta con su discurso en la costa. Por fin dice tener un modelo que hace compatible crecimiento económico y sostenible. Pero, o llega tarde con su alternativa, o está mostrando una manifiesta incapacidad para hacerlo creíble. Estepona es un ejemplo de las sonoras discrepancias que han existido entre el modelo urbanístico que propugna la Junta y la postura de su alcalde, el socialista Antonio Barrientos. Éste último ha mejorado ostensiblemente los resultados de su partido en la localidad. En Vélez o Torrox, donde los alcaldes del PSOE asumieron los criterios urbanísticos de la Administración regional, los resultados han sido malos. ¿Existe una relación directa entre el número de ladrillos y el de votos? A primera vista, pareciera que sí. ¿Es diferente el urbanismo en aquellos municipios de la costa donde el PSOE mantiene su hegemonía? A segunda vista, pareciera que no.

En muchas ciudades malagueñas donde el PP logra una amplía mayoría en las elecciones locales, el PSOE incrementa sus resultados en las legislativas y autonómicas y el PP los pierde ¿Por qué, entonces, no votan a los candidatos socialistas para las alcaldías de su pueblo? ¿Y por qué Arenas no retiene los votos de los alcaldes del PP? Los socialistas llevan desde 1995 reflexionando sobre ello. Cada cuatro años señalan con el dedo, uno a uno, los municipios donde esto ocurre. Llevan ya 12 años, y como en el caso de Arenas con sus aspiraciones presidenciales, habrá que certificar que son incapaces de ver más allá de su propio dedo.

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