La realidad
Están muy bien las declaraciones de intención de los políticos sobre conciliación de vida familiar y trabajo... los datos macroeconómicos parecen dar la razón a las políticas liberales y habrán hecho las delicias de nuestros próceres y de Vargas Llosa y, de estar vivo, de Revel.
Bueno, lo cierto es que soy un ciudadanito de a pie, con un sueldo que supera ligeramente la famosa media nacional, con lo cual estoy en un punto medio alto de la pirámide. Y en esta envidiable situación, me levanto cada día a las seis y media y vuelvo sobre las ocho de la tarde a mi domicilio. Creo que eso son trece horas y media de jornada laboral efectiva. Por supuesto que vivo en la periferia de Madrid, pero no veo de qué manera lograría vivir en la propia ciudad si un alquiler de un cuchitril se lleva la mitad del sueldo, a lo que habrá que añadir el irremediable móvil, el gasto en coche (éste sí opcional, siempre y cuando no te sea necesario para conservar el trabajo), electricidad, gas... en fin, nada que no sepamos y de lo que parece que no se habla. Quizá para que las cuentas cuadren tenemos que vivir esclavizados y en la semimiseria. Pero, por supuesto, eso no afecta a quien opina llegando a fin de mes con sueldos de 8.000 euros, y apurado.
Por cierto, no tengo hijos, y ya entro en la cuarentena. ¿Cómo quieren que tenga familia? Y no me vengan con que nos quejamos y hacemos poco por vivir bien, es una obviedad vergonzante que en ningún país hay lugar para 44 millones de triunfadores.
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