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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Blackfriars

La muerte de Roberto Calvi, el banquero de Dios, produjo un gran terremoto político-eclesiástico en Italia, ríos de tinta y hasta una película en 2002. No han bastado veinticinco años desde que su cuerpo apareciera colgado del puente londinense de Blackfriars, con los bolsillos llenos de piedras y unos miles de dólares, para poder identificar a los responsables de lo que en un principio se dijo había sido un suicidio.

Cinco personas acusadas de participar en el homicidio del que fuera director del Banco Ambrosiano acaban de ser absueltos por falta de pruebas concluyentes en un juicio celebrado en Roma rodeado de gran secreto. Proceden del mundo de la mafia siciliana y del crimen organizado en general. El fallo ni mucho menos deja archivado el caso. De entrada, porque aún queda pendiente otro sumario contra Licio Gelli, el cerebro de la logia masónica P-2 y al que se le sitúa también como promotor de la desaparición de Calvi. La Mafia pudo ver en el banquero milanés un peligro de que desvelara su entramado de blanqueo de dinero tras descubrirse el fraude del poderoso Banco Ambrosiano.

La mayoría de los personajes de esta historia están muertos, lo cual hace más difícil el esclarecimiento del caso. Además de Calvi han muerto Michele Sindona, el banquero siciliano, amigo de Nixon y asesor financiero del papa Pablo VI. Sindona se suicidó presuntamente en una cárcel neoyorquina. Pero también han fallecido el poderoso arzobispo Marcinkus, el banquero del Vaticano, vinculado a Calvi, así como los papas Juan Pablo I y Juan Pablo II. De éste se llegó a decir que Gelli trató de chantajearle con la publicación de unas fotos de él desnudo en la piscina que se hico construir en el complejo vaticano.

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