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La ofensiva terrorista
Columna
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Informe de situación

Soledad Gallego-Díaz

Cuando unas negociaciones fracasan y se reinicia la violencia, los expertos en este tipo de trances suelen hacer, con datos y análisis objetivos, un status report, es decir un informe sobre la situación en la que se encuentra cada cual y las opciones que han quedado abiertas. Las preguntas más clásicas son del tipo: ¿cómo ha evolucionado la situación política en el tiempo en el que el proceso estuvo vivo?, ¿se ha creado masa crítica a favor de ese proceso?, ¿se cometieron errores a la hora de establecer los mecanismos? ¿se interpretaron correctamente las señales? ¿se enviaron las adecuadas?

A la vista de los últimos 14 meses, y a falta de ese balance formal, se podrían avanzar algunas respuestas. Por ejemplo, parece evidente que la situación política en el País Vasco ha experimentado un cambio significativo, sobre todo por la actitud de Josu Jon Imaz. El reposicionamiento de los nacionalistas vascos (incluida EA) es una de las consecuencias más importantes de todo este proceso, aun teniendo en cuenta que Imaz tiene todavía que afianzarse en el próximo congreso del PNV, en diciembre. Pero las cosas han discurrido ya de tal manera que hasta Ibarretxe parece obligado a replantearse su tantas veces anunciado referéndum.

El cambio del PNV ha provocado, además, la normalización de relaciones con el PSOE, con lo que ello supone cara a nuevas opciones de gobierno, y con el plus de legitimación que ello aporta en el País Vasco a la política antiterrorista. Es también evidente que en estos catorce meses Batasuna ha sufrido una pérdida de credibilidad importante, si no frente a su propio electorado, cosa difícil de calibrar, sí, al menos, como efectivo instrumento político cara al PNV y a EA. Es realmente una importante novedad que el PNV no considere ya a Batasuna como interlocutor político válido.

El informe de situación del Gobierno no debería limitarse, sin embargo, a analizar las consecuencias en el País Vasco, sino que debería ampliar su mirada hacia el conjunto de España, donde las conclusiones políticas son, quizás, menos claras. Sobre todo si se intenta responder a la pregunta "¿se ha creado masa crítica a favor de una negociación en Euskadi?". Es probable que exista una mayoría favorable al diálogo, pero también que a lo largo de estos meses se haya despertado un importante movimiento de opinión contrario a la negociación, lo suficientemente fuerte como para que requiera más atención de la que se le ha prestado hasta ahora. El colmo sería que un Gobierno dedicado a atemperar y a racionalizar sus relaciones con el potente nacionalismo vasco (y catalán) viera cómo se le levanta por detrás un potente e irracional movimiento nacionalista español, sin que le haya hecho el menor caso.

Los expertos suelen dar también mucha importancia a haber formulado correctamente lo que llaman Best Alternative To a Negociated Agreement. La BATNA se formula antes de la negociaciones y se procura que sea conocida por todos. Su importancia radica en que considera la negociación como una opción más y permite visualizar el fracaso de la misma. Tiene que quedar claro que el fracaso tendrá para tu oponente un coste muy superior al que tendrá para ti.

Ésta es la razón, precisamente, por la que hubiera resultado tan importante que el presidente del Gobierno hubiera contado con el apoyo del jefe de la oposición. ETA debió saber desde el primer momento que el fracaso de la negociación no tendría ningún coste político para Zapatero, mientras que a ella misma le acarrearía muy serios problemas. Las cosas no han discurrido así y lo justo sería que el Partido Popular no saliera indemne moralmente de esta situación. Su decisión de debilitar políticamente al Gobierno, pese a saber que debilitaba al mismo tiempo su baza negociadora, debería formar parte de cualquier análisis para el futuro.

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La obligación, ahora, es asegurarse de que ETA perciba que su estrategia del órdago constante tiene un coste elevado, que el Gobierno dispone de todos los recursos para mantener su respuesta en el tiempo y que no será posible abrir un proceso semejante en el futuro, sin garantías previas muy superiores a las que ha dado en esta ocasión. ETA se ha cerrado el camino a las treguas permanentes y a las mesas paralelas. A partir de ahora, lo lógico sería recordar que, a cada cosa, por sus pasos contados. solg@elpais.es

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